lunes, 13 de diciembre de 2010

Abandonándome al abandono



... me encontré con un bandoneón abandonado

viernes, 10 de diciembre de 2010

El hombre del último minuto

Yo soy el hombre del último minuto

ese que se estrella contra tus labios antes de que se escape el día

ese que corre por la calle con el corazón en la boca

ese que traga saliva cuando la noche se transforma en una ciudad llena de puertas


Llegaré tarde a la cita
pero llegaré


tarde

Lo he dicho todo
No puedo decir más

Yo soy el hombre del último minuto
y una flor sangrienta humedece mis contornos


Antes de que puedas decir: "Este chico no llegará nunca a su hora"

Yo estaré allí

al lado de tu casa
junto a tu balcón
tras la tapia
espiando la vida

imitando a la lluvia


porque yo soy el hombre del último minuto

sin dejar de observar
sin bajar nunca del barco
sin un penique que llevarme a la boca

ese que bucea perdido en la inmensidad de lo minucioso
para después acelerar y acelerar y acelerar
sin descanso

Mírame
amor

soy todo lo que soy gracias a tu culpa
a tus nervios verdes y elásticos
a las curvas de tus bellas espirales oceánicas
y a la copiosa aceleración de tus partículas

No he hecho otra cosa
que lo que tu has querido

en cada momento

He sido dulce cuando buscabas alguien intrépido
He sido salvaje cuando querías alguien silencioso

fiel a ti mismo

guardé mi puñal bajo la almohada
y humedecí mis labios con tu poderoso veneno

cada vez que tus hermanos penetraban en la habitación con alaridos
y golpes de factura

Yo susurraba canciones de guerra al telefonillo


Apagaba la servidumbre

limpiaba los precipicios

exprimía la mugre


calculando mi lógico discurso con ristras de ojos y demencia


Pero tu has sido muy generosa conmigo

calculando mi inconsciente trayecto de ondas vespertinas
definiendo mis pasos de aire
y contubernio

en la sombra


No he escuchado el bombo de la derrota
cuando los marineros tomaban el barco

Ni me he dejado embaucar por las sibilinas notas de la victoria
cuando los trepadores mancillaban el nombre
de todas las cosas vivas

He permanecido
siempre fiel

temblando de miedo

Y ahora yazco aquí
junto a la tierra
acurrucado
sin haberme despegado de ti un sólo instante

Con la máscara llena de sangre
con el piano lleno de perros hambrientos
destrozando las cuerdas del pacto

Las palabras que tu me entregaste generosamente
yo las cosí a mi espalda
una a una
y cargué con ellas

para cuando llegará el viento
soltar todas mis tribulaciones al aire

para que la habitación quede vacía cuando arribe el olvido


trabajaré

y así
ese huésped maravilloso podrá tomar la estancia
plácidamente

cuando yo terminé mi labor


Los animales de la noche se refugian en mi vientre
buscando amparo
y una mano de ternura que defina sus perfiles

Yo los acojo

Los animales de la noche escarban en mi cabeza
buscando una madriguera y víctimas
que les proporcionen alimento sagrado

Yo los alimento

Hasta el último minuto

lunes, 29 de noviembre de 2010

Monetizar la configuración de las estadísticas para comprarse un coche nuevo a pesar de la teología rosa

Dicen que ya no escribes, que no encuentras estimulante el sonido de las hojas agrietadas cruzando tu mente devastada por el polvo.

Dicen que ya no bebes, que no te divierte hundir tu cerebro en gasolina por las noches.

Incluso dicen que ya no lees, que las torpes curvas de los otros no tocan tu segmento de tedio y salitre.

Dicen tantas cosas.

Los periódicos hablan de elecciones anticipadas, de paro, de embrutecimiento carnal.
De violencia generacional, de leyes antigravitatorias, de visitas milagrosas, de filtraciones informativas, de la subida del chicle.

Pero tu no dices nada. Como si en la vastedad de tu silencio cerrado cupiesen todas las cosas que tu silencio toca cuando callas.

Como si todas esas cosas no fueran contigo. Como si tu vivieses lejos. En otro lugar. Que no existe y que ni tan siquiera tu te empeñas en confirmar tras tu silencio.

Mientras, tu presente te trabaja con orfebre de paciencia. Y todo es fatigoso y largo. Y es mejor postergar los días. Y que los días caigan como días del mismo almanaque ficticio que lo componen.

Has comprendido que tampoco hoy, las palabras vendrán en tu auxilio.

Y es mejor así, creeme.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

La máscara de mis deseos

Soy un adicto. Un cartabón silencioso. Un peatón inconcluso.

Y observo la lluvia.

y palpo el cristal y el azul de la madrugada penetra mi piel como un fármaco poderoso.

Y mis pupilas se dilatan y mi corazón se convierte en un delicado anillo de humo.

Y me basta escuchar el latido de la tierra girar sobre su eje

para derramar mi existencia sobre la gran noche

viernes, 19 de noviembre de 2010

Trayecto


Un hombre compra un billete para ir a Buenos Aires. Comprueba que su vagón es el número tres, toma su correspondiente asiento y durante el transcurso del viaje decide echar una cabezadita. Para cuando por fin el tren se detiene en Buenos Aires, el hombre duerme. Sin embargo, el tren reinicia su marcha. Llega a Lima, donde sólo algunos pasajeros descienden. Atravesada la cordillera de los Andes sin mayores complicaciones, el tren continua su rumbo hacia el norte, cruzando el estrecho de Panamá, pero antes pasará por la estación de la ciudad de Bogotá. Es entonces cuando alguien sacude levemente al hombre que sueña.

- Buen hombre, Bogotá.- Le advierte una mujer con toda su buena intención.

El hombre, consternado, balbucea:

- Ya es demasiado tarde.- Y continua durmiendo.



martes, 9 de noviembre de 2010

Jódete James Cameron ¡¡



Necesario las gafas clásicas de rojo y verde.

jueves, 4 de noviembre de 2010

Gabriele

Tengo el pecho lleno de nácar
y las rodillas juntas

De los armarios cuelgan las lágrimas de los aparecidos
convertidas en retazos y jirones de niebla

Tengo un alambre que me cruza la vertebra
con un temblor preciso de barcaza en las sienes

Con los ojos abiertos
Un amigo se ha ido
Se lo ha llevado la muerte

Ayer
mientras trabajaba

Por eso tengo una fuente ciega incrustada en el fémur
de la que emana una ínfima partícula de herzios
y oscuros latidos de linterna

Lo sorprendieron sin corazón en la ciudad de los cangrejos

Esa ciudad nocturna
que bebe acordeones de neón y estruja pájaros
bajo las suelas de los zapatos y de las putas

Esa ciudad
cuyo engranaje es la dactilografía de las ilusiones
y sin embargo

Su despacho vacío continua cargado de aire
Su cabeza torcida permanece mirando la espuma
que cae de los espejos

Intacta

Un amigo se ha ido
con los ojos abiertos
hacia la nada
de donde no se vuelve

Trato de rescatarlo mediante un conjunto de memoriosos recuerdos
Un puzzle de minuciosas citas inconexas y amargas
pobladas ahora por su ausencia
por su transparente perfume de vértigo

Y la certidumbre de un campanario
vendrá a ocupar el secreto de las lámparas


Tengo el pecho lleno de lana
y los puños corroídos
por esta lámina de esquela
encerrada en este patíbulo de nieve


Por este tuétano de eficacia
por este retrato de azucenas y cloroformo
que desata las esculturas
cuya naturaleza de arbitrio
hiere la cadencia de los columpios
y la soledad intransferible de las terrazas

La precariedad miserable
que se instala en el cálculo funesto de las certezas

Cuando se apaga el sonido del agua
y el latido vibrante
cede ante la funebre elocuencia de las palabras

Cuando suenan los nudillos del forense
sobre tu pecho y la vida no es nada

Y nadie abre la vida
porque la muerte se ha ido
de la mano

La ebriedad amputada
de sigilo
bajo la escarcha
nos visita
esta noche

Con su manta de mariposas exultantes
y las malvas de su convento imprevisto

y su elegante traje de hierba


Mugre de guitarra vieja suenan los puñales negros
que se acumulan en la garganta
de las piedras inocentes del camino

cuando suenan como crujir de hielos
desde el fondo de las cosas
desde el fondo de su elegante traje de hierba

desde el fondo de las cosas

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Crónica de un fumador imposible o nosotros también sabemos perder

Nosotros también sabemos teclear
con los dedos carbonizados de las pajarerías

Conocemos el arte de la colleja
y las perspectivas que traza la alcantarilla cuando te succiona la cordura
del alma con su embudo de funcionario y su cartabón de cálida orina

Nosotros sabemos golpear sin rostro el tamiz de las campanas
y vestirnos de luces
y meternos el cuerno

Roto
entre las entrañas de los pianos húmedos
y los sauces de mármol que aporrean los parkings de los centros comerciales
y las esbeltas escalinatas
carcomidas por el veneno de la democracia

Es el alto precio de los poemas financieros
Es el alto precio de las escopetas de feria
Es el alto precio de las chisteras sin fondo


Nosotros también sabemos apurar amaneceres
para después apagarlos en las mejillas de los calendarios

Nosotros también sabemos torcer la mueca

Si

El mundo gira caliente
y nuestra palabra pelea por un cepo de oxígeno
Al final de la emboscada
encontrarás un cuadrilatero con la exacta forma de tu rostro


Nosotros también sabemos llorar

el epicentro de las tragedias de plástico y colorete
está lleno de nuestra siniestra amargura

Amarga máscara de los escenarios
Sincera entrega de los filetes crudos


Pero no te asustes
también conocemos el color rosa
y la mediocridad de las citas
y el trasero de los cerdos que adoran la pitagórica gracia de las perlas
que caen del cielo huntadas con estiercol divino


Calculamos pérdidas y beneficios
con nuestros propios dedos
sin necesidad de sauces ni volcanes ni sostenes

No necesitamos el triunfo del trigo
ni la fuerza de la madreselva para despertar
podemos despertar rodeados de miseria
un día cualquiera

sin trinos sin parques sin hojas ni caricias en rama

con el olor de la gasolina solo
penetrando nuestra carne
solitaria curva de presidio
clavada a la nuca de la carne

La soledad del hombre pendiendo de un hilo


Y el hombre-hueso recitando salmos y libros
donde las letras son lascivos gusanos

En el catre estrecho de los susurros
Hay un hueco en la madrugada
que se parece a tu percha

Catre de calleja y navaja
Catre de consejo paternal y pañal generoso

Piso de vieja embalsamada
paredes empapeladas por faroles abrasados
y yemas carnívoras tocando el crucifijo de plomo

Libertad pactada posando en el nido del ministerio de la guerra
y el canto del grillo mecánico
y el huevo peludo chillando
y la cabra estelar de los esqueletos de las niñas
que amasan marfil para las teclas de tu piano chino

Oh tocas tan bien las nalgas de los recintos prohibidos

Escurriendo el bulto
y tapando los ojos de la cartografía con los dientes

Señalando la copa de los ahogados
Señalando la boca de los asesinos
con el párpado forrado de silencio pegajoso y lluvia de fuel
penetrante

La calle esta quieta parada y fría

La calle esta quieta
en tu boca inerte

Un animal disecado en la óptica de la caligrafía

parece la piel siniestra de un lagarto aplastado por la velocidad
de tu sonrisa hueca

Y estás ausente
la verdad es que estás ausente cuando callas cuando conduces cuando comes cuando siempre
la realidad esta en otro sitio

porque la calle esta quieta parada
sobre tu boca inerte

Por eso conocemos tan bien el olor que desprenden los prostíbulos en enero
y en marzo
si nuestros calcetines están trabajados por el aguarrás de los cines
y las colas de los fornicaderos acotados por nuestra juventud vendida
a las productoras de eficientes conductas teledirigidas

Corriente alterna
para el matadero y para el aliento de los que madrugan
hasta confundir el azúcar de los polvos con el cruzar de los muelles hacia el final de la noche

y sus cadáveres silenciosos flotando en el gélido río de tus retinas

Despacio

como una magistral película japonesa

destilando veneno en la sangre de un suicida

Donde los bares y los seres son porciones particulares de la carroña
interferencias de la esquina violada por la suerte
amparada por el naufragio

Pero nosotros
que hemos guardado nuestro número en la cola del paro
que hemos guardado en silencio lo que pensamos de tu padre

ya no tenemos boca

hemos vendido todos nuestros dientes
en las sucursales de la primavera occidental

y el cenicero de los cobardes latidos ha devorado nuestra ignorancia
hasta confundirla con la fuerza del cemento y la ley de la cloaca

Hasta perder de vista el poder

bajo la pura ley de la rutina psíquica y el aislamiento
prematuro de los que mueren bajo las sábanas
Soñando los sueños de otro

La ley del ascensor y el gatillo corto
La ley de los aspersores y la pasta dentífrica
La crema de manos y el neceser imprescindible
El pintalabios y el sudoku
La cartilla y el lápiz de ojos

La ley de la peluquería y el gramófono perfecto
La calidad de la imagen y la nitidez de su trampa

Hasta definir al hombre perfecto

Hasta definir la mujer perfecta

Y vomitar

Hasta elucubrar réplicas que celebren los buenos días en el interior de los ascensores
que como vagones de exterminio postindustrial
consuman el gas necesario para parpadear
hasta alcanzar el tercer o el cuarto crimen de un horror arquitectónico

y el alto perfume de los calabozos de estaño
y las pulseras de reloj inmanente
hipnotizando las ociosas pupilas


Hasta conseguir que los ojos se encuentren por el suelo
sin encontrar otra labor que la de husmear
un hueso que llevarse a la cama


Somos escombro
lamemos heridas

porque el escombro esta perdido en el escombro de la vida
y la piel de las cucurachas es parecida a la trama de la danza y las latas refrescantes del paraíso
se esconden tras las esquinas
y giran y se abren ante el resplandor de una moneda

Porque Walt Whitman se fue
Niños
Partió
lejos con su brillante barba cargada de sueños inocentes y mariposas
Las duras verdades reventaron convertidas en confetti y semillas
de resplandor
ante su inevitable partida

Ahora
Dile a tu madre que venga
que no quiero verla llorar
sobre tu pijama de felpa

Ahora
Dile a tu madre que venga
que no quiero que vea
en que acabó todo su sacrificio

En qué quedaron sus puños y las bombas de átomo y las televisiones
guiando el pulso cerrado de los monos ciegos que piden carbón en lugar de cacahuetes

De los pezones manchados de aceite
ahora las uvas celebradas de la ceguera
que surgen con maletas de perdición y ginebra de palo largo
para intervenir en las tramas del porvenir y los agujeros de boda muy hondos

Los diplomas y los aullidos hundidos en la ciénaga de las aulas
del crematorio
y las faldas de las secretarias que firman linchamientos municipales
para esconder entre sus piernas hocicos de feto y caballos podridos
de noria

Sillas eléctricas reproducciones populares autoretratos de clientes huntados con mantequilla y frambuesa de felicidad anestesiada concursando por un adosado en el infierno

Estamos friendo la carne fresca de las amapolas
sobre las espaldas de los niños vivos

Aplaudir
Hasta que os salgan llagas en las manos

Aplaudir
Hasta que os salgan ampollas en las manos

Al aire le llega una columna negra de aire viciado
es la colonia del bingo
la intriga de los casinos
la columna vertebral de los negocios
donde la panza de los corruptos estertores se llenan de silencio y nicotina

El silencio pactado se come la hierba de los niños y los potros
amanecen muertos


Nos estamos comiendo muerta la lección de anatomía y las estrellas del presidio vigilado
nos acarician los tobillos con sus escuetos anuncios publicitarios


Después nos incorporamos al trafico de la circunferencia
y nos despedimos con un breve beso cargado de pólvora
y etanol

Tenemos las espaldas llenas de puñales

Hasta nunca
mundo

Fue bonito

pasear sobre tu tos y entre los bronquios de tu cementerio
escribiré
la poesía que se meten los yonquis en los baños del cielo
esa que se le queda a tu suegra entre los dientes cuando acaba de follar

devorada por las coces sin escrúpulos del vello inerte
que crece en las hemerotecas de lo maravilloso

en la moral del marisco
en la ética del ganado vacuno

En la copa de tinta derramada

Sobre la cicatriz de las bicicletas
he olvidado los veranos prendidos de tu pelo

Porque yo también sé olvidar

Los camiones de morralla y vertedero nos cosen cremalleras en la frente
Y el pelo de los macacos se curva al llegar el invierno
como farolillos rojos habitados por deseos leves

El cuello de mierda
hundido
hasta
la horca
de los apellidos y los diplomas disecados en las paredes del amor funesto
y la ropa tendida para siempre de mis brazos


La pintura esta en la calle muriéndose de frío

De frío


Del amor arrancado a los pétalos de cristal
y las burbujas de sexo
y el cloroformo de las oficinas
y el pomo de los melocotones agrietados

y las cámaras succionando el misterio de los jazmines
y la tremenda puñalada de las rosas encendidas
bajo la ecuación errante de los tiburones crispados
que buscan alcanzar los teoremas de la mandrágora

y la balística de las horas
y los minutos
escondiendo segundos en los cuernos de la aurora

que llevo encogido bajo el jardín de las estatuas llameantes

Mi garganta es el tugurio de un crimen
que se crispa como la cresta de un gallo bajo el guante de la luna

Matadero

Cóseme los pies a mi destino
y déjame fumar al borde del despeñadero

Sin dignidad sin mi
Sin ti
Sin alcohol
sin tabaco

Déjame arrancarme los grilletes de lavanda
y mojar mis labios en las servilletas del martirio

Quiero penetrar el yunque
con mis ojos de cuchillo

Picas destrozadas en el puño del trébol y la suerte
Diamantes robados de las mismas fauces amarillas

La realidad como un perro borracho y puntual
persiguiendo el teléfono del demonio a puntellones y duras entradas

y el silencio de los pájaros embrujando las aristas de las calaveras

persiguiendo
el rabo negro de la locura
estampados
contra el muro eléctrico de las libertades

Empadronado en el limbo

Soy otra vez. Ese aire cálido que juega entre las oraciones febriles de la tarde.
Soy un cubo. Una cabeza, un signo cruzado. Algo que piensa sentimientos a bocados.
A mordiscos.
A golpe de cubilete y cuerpo.

No soy otra vez.
Alguien que lleva un corazón entre las manos como un gorrión de látido como una manzana salvaje
Algo que irrumpe en tu quebradiza melodía de salón enfermo.

Y toses. Toses que no son tuyas. Quejumbre torácica de los vikings y de la tundra lejana y los meandros espesos donde se entierra el oro de los saqueos y los labios al morir.
Algebraicos jardines árabes. Demonios juguetones, arpas francesas, cabras italianas.

Entregaré mis alas al tocar el perfil del paisaje y seré incongruente como una galleta mojada al final de la leche.


Existe mayor dicha?!!

No la concibo.


Ábrame su mente, pobre creyente, y déjeme transitar los disfrazados pasadizos del escondite.

Son toses y sudores fríos de pedazos de historia cuando deliro.

Ahora estoy enfermo y guardo reposo
Mañana gozaré la luz frutal de las esquelas.


Durante muchos años creí que la infinita historia de la literatura discurría por las venas de un hombre que gozaba de varias cabezas y fechas. Hoy sé que trato de zarpar hacia esas canastas de mimbre pero las mareas y las margaritas del ballet, ballet, ballet.
me permiten beber de ese deleite.

Un chorro de agua surge de la fuente sollozante.

Pronto regresaré, mamá.

Las calabazas ya entrechocan su sonido hueco por los albores del equinocio.

Jugar
Oh! Bendito campesino, que de tus manos brotan tubérculos y ajos y cebollas redondas.
Confabulación astronómica bajo la tierra fertil.

O

La noche tensa su dulce piel de cántaro.


Verdes y doradas tersuras de continente fracasado

Amada, estas asomada al balcón de mi vientre?!

Permíteme tocar las frutas de tu osada belleza. Soy tormento de cofradía, sandalia ecuánime, volatinero obtuso.
Segregame la hipotenusa de tu enagua que muero de sed cada vez que te miro.

Cerrado
Abierto
Pañuelo
volando
las grietas
de las lágrimas
de los ciegos de la plaza
de sangre
y erostismo

Las balas de plata bajo la nieve

Absenta

Ciclomotor

Mecánico giratorio del mundo

Repara mi juicio


Las ovejas surcan el cielo y el campanario puntiagudo se eleva como un trapecista sordomudo entre los aires.

Huele a campo. Mi lecho huele a campo. Musico callejero.

Cómo explicas semejante atropello. A campo y a hembra. Fiebre del fumador taciturno

Las posadas estan todas abiertas
Las tumbas permanecen vacías

Pero no puedo dormir...

Tocaré con mis dedos el puente de piedra. Me atreveré a humedecer mis tobillos en sus turbulentas aguas.

Oh monosabio !

Yo estoy loco. Porque gozo al esconderme tras los árboles. Porque dejo que el viento acaricie los frutos maduros.

Nada me importa tanto como el sonido de tus labios.

Ya que mi cabeza también caerá y se pudrirá entre canciones vanas,
una tarde de verano.

martes, 2 de noviembre de 2010

LA FILMOTEKE



altamente recomendable para soñadores.
Si no la podeis conseguir pedirla que la tenemos V.O Sub. ¡¡¡

domingo, 31 de octubre de 2010

Ristra de ojos

En ese intervalo de incertidumbres que las caladas y los tristes paseos otorgan. En las estaciones de metro o en las periféricas cafeterías del ensayo, abrimos de nuevo, nuestra tienda de asombrosos encuentros. "Polvo de tiempo, extracto de noche, tintura de sueño, jarabe de vislumbre, gotas negras de armadura y pétalo de errancia". Entre los coches que atraviesan la ciudad y las calles intransitadas que buscan su orden precario, la mugre de la memoria nos desdibuja un trayecto alrededor de nuestra atenta mirada perdida y sobre láminas de cuchillo y aire, la noche se puebla de voces inatendidas.
Vagamos entre los hombres de la noche infinita.
Armados de copa, traje y humo.

Con las prestadas pupilas encendidas de oscuridad y tugurio.

Escuchando el crujido de las cosas deshacerse. Descomponerse en fragmentos de juego inacabado.
Hambriento de geometrías complejas. Acuciantes incordios de razón derruida y plomo cabal. Envanecidas travesías de repetición y sordera engarzan la sangre de ese tiempo que no habita en los relojes y que concede el mayor de los privilegios.

Camina ahora por las sábanas del precipicio forastero.

Erizando el plano.
Curvando la elipsis de nuestra vanidosa veleidad.
Porque en el fondo de cada palabra, el hombre encuentra un misterio último.
Una porción de verdad. Una región de experiencia no asimilada.
Una agresión que no le pertenece pero que le toca la cara. Esa cara oculta donde la resonancia de lo que no es hueso ni caja magnética ni lógica ni esfuerzo aplazado muestra su campo de acción ultrajado.
Ese terror seguro y próximo que se parece a un corazón visto desde lejos.

y que se vuelve presencia

cuando las palabras que duermen en el interior de un diccionario de bolsillo no son cadáveres ni señales luminosas que la tierra emite mientras dormimos la vida, sino que pulsa teclas que nos acercan al delgado límite donde las palabras se confunden con las traqueas, brotan de los jardines encefálicos, son la promesa de una aberrante proximidad que es nuestra, porque nos amenaza con sigilo de sombra. Nos permite cruzar los puentes mentales de la campana y la obscena residencia de lo pensado. Con la presunción de culpable tallamos el delito hasta conformar los crímenes imprecisos de una máscara. Que un día acabará coincidiendo punto por punto con la cara de un muerto. Con la resonancia del metal cubierta de musgo y orilla. La fecunda transparencia de los terrores innatos que son nuestros latidos dentro del laberinto, cuando huir es tarde o vano, cuando latir es una impostura o un quebranto, dentro de la vacuidad esbozada.

viernes, 29 de octubre de 2010

El hallador de tesoros desapercibidos

Este es un oficio reservado tan sólo a unas pocas personas. Muy al contrario de lo que se ha dicho siempre, los tesoros desapercibidos pocas veces son descubiertos por casualidad. Existe una lucha contra la realidad, una pulsión interna, un instinto de escudriñar girando el haz y envés de la gran hoja.
Casi puede decirse que el hallazgo de un tesoro desapercibido y no otro, es una consecuencia directa de la actitud o del espíritu del hallador. No es lo mismo un hallador de tesoros que un buscador de tesoros; el de buscador de tesoros desapercibidos es un oficio menor, del que no se hablará en este manual. En realidad ningún buscador de tesoros desapercibidos encontrará jamás tesoro alguno.
Los halladores de tesoros desapercibidos no buscan encontrarse con los tesoros que encuentran, simplemente pueden verlos. No persiguen la iluminación sino que la luz les invade. No pretenden la poesía, la rezuman sin quererlo. No buscan provocar el deseo: desean. No son creadores de una obra, su obra también les es indiferente, son, ante todo, creadores de una capacidad.
Tienen la capacidad de advertir realidades desapercibidas quieran o no, les guste o no, pretendan o no dedicarse a este oficio; para el cual no es necesario, como tanto se ha dicho, el don de la clarividencia ni el beneficio de la erudición.
Sólo son visionarios para con aquel trozo del tapiz que les corresponde. Los tesoros desapercibidos no se encuentran en ningún lugar, en un cofre, por ejemplo. Ningún baúl bajo el mar. Ninguna cueva. Los tesoros desapercibidos suelen encontarse en todas partes a la vez y suelen ser visibles para todo el mundo y, sin embargo nadie reparará en ellos hasta que su hallador aparezca. Los tesoros desapercibidos ocupan el espacio del mundo ordinario, se encuentran escritos en la realidad cotidiana e inmediata.
Sin duda ninguna el hallazgo de los tesoros desapercibidos es, más que un oficio, una vocación; y ni siquiera, puesto que tampoco es algo que pueda decidir el hallador: territorio de lo que simplemente ocurre, pura fenomenología del mundo, tal vez, destino.

Pasa el tiempo

miércoles, 27 de octubre de 2010

domingo, 24 de octubre de 2010

Ego Laudationis

La consulta del doctor K. estaba situada en una de las mejores calles de Boston, Apriorisme Avenniu, por donde las mujeres de la alta sociedad lucían sus pamelas los domingos, con abundantes cafés donde los hombres de negocios leían en los periódicos las últimas noticias sobre la guerra en Europa. El doctor K. observaba todo aquel trajín desde la ventana de su consulta, y le inquietaba un mendigo que desde hacía semanas se sentaba a pedir limosna en la esquina de enfrente.
El doctor K. se había fijado en que el desdichado pedigüeño llevaba siempre consigo una botella vacía. Con los días se pudo dar cuenta de que era la misma, y lo que más le sorprendió es que, cada dos por tres, ya fuera por que pasase por delante suyo, caminando con la gabardina desplegada en un brazo y el paraguas en la otra elegantemente, o mirando furtivamente desde su ventana, lo veía con un ojo dentro de la botella, como si esta fuese un catalejo. Otras veces se cruzaba de piernas, ponía la botella sobre sus rodillas y descansaba un ojo en su borde durante ratos interminables. Al doctor K. le intrigaba tanto esta extraña actitud, que procuraba intentar saber algo más cada día.
Supo por la portera que dormía en un parque y todas las tardes iba a recoger las sobras del mercado. Un camarero al que solía pagar con justas propinas le contó que el barbudo harapiento se llamaba Coleman, que era de Canadá y que era conocida en el barrio su condición de perturbado mental, aunque, al parecer, inofensivo. Pero lo que más le chocó lo descubrió por sí mismo cuando se detuvo cerca de él con disimulo: no pedía dinero.
No llevaba ni una miserable lata para las monedas, y al fijarse en este detalle hizo memoria en sus recuerdos y, a pesar de ser el mendigo de la esquina de enfrente, en apariencia, jamás había presenciado como alguien le lanzaba una moneda. Parecía, en efecto, un loco al que le había dado por sentarse allí a ver la gente pasar y a mirar por el ojo de su botella vacía. El doctor K. le miró fijamente, estudiándolo, y casi estuvo a punto de hablarle, pero prosiguió su camino, confundido entre los transeúntes.
El misterioso hombre harapiento se entretenía viendo a la gente pasar. Era algo que contemplaba maravillado, como si ése fuese el más prodigioso de los bailes. Sujetaba su botella vacía con una mano, y la acariciaba con ternura. A veces jugaba a mirar solamente los pies, y la populosa acera se convertía en un río caudaloso en el que parejas de pies, pies con ojos, pies con gafas, pies-pez, pies-nariz, pies-cometa, ejecutaban la graciosísima danza de un submundo prohibido. A cada ratito, dejaba de contemplar la calle y metía un ojo por la boca de la botella como si esta fuese un caleidoscopio.
A cada día que iba pasando, el doctor K. observaba cada vez más intrigado el quehacer de este individuo. El diván estaba junto a la ventana y se sentaba enfrente a escuchar a sus pacientes, lo que le permitía distraerse mirando a la calle con la mayor discreción. La actitud que tenía con su botella vacía era de lo más pintoresco, y se le antojó una obsesión psicológica digna de estudio, además de una ocasión para intentar ayudar desinteresadamente a un hombre en tan menesterosa situación, mas todos estos fueron argumentos que se dio a sí mismo para ocultar que su verdadera motivación era la curiosidad.

Eran las doce del medio día. El vagabundo estaba sentado donde siempre. Miraba a la gente pasar y acariciaba su botella vacía con dulzura. El doctor K. se le acercó y le habló así:
–Buenos días, señor. Yo trabajo ahí enfrente y me he fijado en que usted se sienta aquí todos los días.
–¿De verdad?–le respondió el sucio barbudo con sarcasmo.
–Verá usted...-al doctor K. le costaba arrancarse.
–¿Si?
–He pensado que tal vez yo podría ayudarle con su problema.
–¿Mi problema? ¿Qué problema?–preguntó desconcertado.
–Pues que usted esté aquí tirado en la calle.
–No se preocupe, caballero, eso para mí no es un problema. Es una vocación.
–¿Una vocación?
–Así es. Yo no soy un mendigo, no pido dinero. Sólo me gusta ver a la gente pasar. Por eso me siento aquí.
–¿Me permite una pregunta?
–Claro, joven-le dijo aunque ambos tenían la misma edad.
–¿Por qué lleva siempre con usted esa botella vacía?
–¿De verdad quiere usted que se lo cuente?
–Por su puesto–dijo el doctor K. impaciente.
–Pues verá usted, caballero, hace muchos años, hace ya muchos años yo era un hombre normal, como usted y como tantos otros que circulan por esta avenida. Trabajaba como carpintero, un oficio que heredé de mi padre y con el que me ganaba el sustento honradamente. Siempre fui a los ojos de los demás un tipo cabal, un chico responsable, todo eso, ya sabe usted; hasta que apareció en mi vida la botella.
–¿Quiere decir que se dio usted a la bebida?
–No, hombre, no!–respondió enfadado–Ésta botella. Ésta!-gritó señalando el manido pedazo de vidrio que siempre le acompañaba. Supongo que le sonará muy extraño, pero esta botella, señor, no es lo que parece. Es mágica. La encontré por casualidad en un campo de maíz. El caso es que desde que la encontré no pude dejar de mirar a través de ella, de silbar en su borde y de tenerla entre mis manos. Llegó un momento que mi atracción por aquella botella superó todas las barreras, y ya no me importaba otra cosa. Mi mujer me abandonó, me despidieron del trabajo y todo el mundo en el pueblo me trataba de loco, sólo por el hecho de dedicar horas y horas a una cosa absurda e inútil como es mirar por el ojo de una botella.

El doctor K. se quedó pensativo. Miró al hombre de la botella y pensó rápidamente en varios posibles diagnósticos, sin dar demasiada credibilidad a su historia.
–¿Y no se siente usted atrapado en la botella, atrapado en si mismo?
–¿Por qué dice eso?
–Piense que usted ha renunciado a todo por su manía de mirar a través de esta botella de vidrio, y lo ha perdido todo, su pueblo, su trabajo, y su mujer.
–No, se equivoca. Todo es más complicado. Es que resulta que mi mujer y mi pueblo están dentro de la botella.
–¿En serio? ¿Y qué más hay dentro de la botella?
–La pregunta, caballero, sería "qué hay que no esté dentro de la botella", pues todo lo que está fuera de la botella, existe también dentro de la botella.
–¿Y no teme usted que todo esto sea sólo un producto de su imaginación?
–Aunque así fuese, ¿Qué más daría? ¿No daría igual acaso si la vida fuese un sueño? ¿Cree usted que me encierro dentro de una botella?
–Así lo creo. Está usted atrapado dentro.
–Sepa usted que un hombre está igualmente atrapado en una celda que en un inmenso desierto.
–Pero usted, esta siempre aquí solo. Esta usted atrapado en usted mismo! En su propia locura!–le dijo finalmente el doctor K. perdiendo los nervios.
–Como ya le he dicho, caballero, usted está atrapado en usted mismo, tanto como cada cual, y ambos estamos encerrados y perdidos, hagamos lo que hagamos, ¿No lo comprende?
–Creo que quien no lo comprende es usted. Usted está atrapado en su propio yo y en sus fantasías.
–Miré usted, caballero, no hay otra manera de ser yo que siendo yo, y no existe camino intermedio posible ni sendero que seguir para convertirme en mi mismo. Sepa usted señor, que yo soy un cantor del Yo-eléctrico.
–Pero esa cosa a la que usted llama yo, es una vana ilusión, y además en caso de existir, de seguro es un lugar muy pequeño y maloliente, en el cual se mecen las heces del espíritu.
–Yo no lo creo así, pues he visto que es tan infinito y admirable como la noche, y me emociona pensar en la idea del "yo" y en el individuo, ¿Comprende?

El doctor K. no daba crédito. Aquel hombre era realmente pintoresco y original. No se parecía a nadie que hubiese conocido antes.
-Y, dígame, ¿Por qué es mágica esa botella?
-Esta botella, caballero, es capaz de mostrar el interior de las personas que miren a través. Le dejaré mirar si no se lo cuenta a nadie, quiero seguir pasando desapercibido.
El vagabundo le hizo un gesto para que se acercase. El doctor K. se sonrió de la ocurrencia. El viento hacía danzar las hojas del otoño. Se arrebujó en su gabardina, se sentó junto a él y cogió la botella entre sus manos.
-Mire por la botella y verá usted su yo.
El doctor K. miró por la botella: sintió un enorme vértigo y contempló los astros girando a toda velocidad alrededor del sol.

viernes, 22 de octubre de 2010

miércoles, 20 de octubre de 2010

Carta a un joven vigilante de cajas vacías

Buenas Noches Buba:

Ahora que la cerveza brilla en los contornos de mis labios y la geografía es tan perfecta como un lecho fresco. Me tumbo sobre el folio porque me apetece contarte cosas y escribirte una carta de buenas noches. Sin duda pensarás que soy un bocadillo de pus, que no tengo remedio y que mis pies huelen tan mal como los de cualquier mortal. Tendrás razón. No habrá nada en estas lineas que no haya dicho antes.

Tan sólo introduzco el indice en el orificio de mi ano y lo llevo a la hoja
eso es todo



Pero es que aquel portero se estiró tanto en su parada que se acabó transformando en un lirio. Impidió marcar el gol
pero a la salida del estadio los hinchas del club contrario lo llevaron al mercado, y esparcieron los pétalos de su carne por las plazas de la hopalanda.


Guardameta
vigilante de las cajas ahumadas de nuestros sueños y tu tímida funda
y la de tus guantes

guantes
guantes
guantes

eternos
y tu silbato

Buba
eres el mejor portero del mundo
la araña negra que proteje con sus hilos la virginidad de nuestra guarida inmaculada

Esta tarde estuvistes genial

Lo vigilaste todo
gritos, disparos, flashes

eres opaco, traslúcido, cacofónico

a pesar de que tus padres fueron

dos patinadores artisticos que ejecutaron como soldados del frío sus métricas acrobacias. Se odiaban, si, pero sus cuchillas sesgaron con surcos perfectos la rigidez del hielo de su amor.
y de allí naciste tu
para llegar a donde nadie llega

Ahora sobre el paredón lo veo todo tras la victoria

todo claro entre cánticos y vitores de pandereta y garrafa
al finalizar tu jornada de vigilante

Eres tan importante como ese bombero
que invitado a hospedarse en el hotel de las llamas
pecho de lobo y temeridad
logró con un mangerazo ecuánime escuchar la dialéctica de los perros del infierno mordiendo su hipoteca
amor

En una de las habitaciones del último piso una mujer duerme rodeada de barbitúricos
y a él le recuerda a Marilyn.
y él la levanta, con sus robustos brazos, y la saca por la ventana
donde le espera la escalera y tel resto de sus compañeros.
Justo cuando esta apunto de besar sus labios y convertirse en un héroe en el vecindario, ella se resbala y se escurre entre la grasa de tu traje.

pudo haber sido tu mujer
la madre de sus hijos
la muchacha que te condujera a la locura

Pero
La muchacha cae
cae
cae

La duración de nuestras pasiones no depende de nosotros, así como tampoco la duración de nuestras vidas...


antes de quebrarse como una durmiente galleta de porcelana surgen dos alas de su lengua y salpica con su belleza las aceras del peligro. Un charco de perfume y huesos y entrañas asciende en el aire intoxicado de la noche.
Como la nube negra de un incendio enjuagado con lágrimas de estrella cinematográfica
ocupará las portadas de las sección de sucesos poéticos

El edificio es un esqueleto gigante de columnas carbonizadas


Los cocodrilos aplauden con sus fauces la cercanía del pantano y la entrega copiosa de los basureros.
A donde irán a parar nuestras maletas y tu uniforme de vigilante y esta carta

Somos tímidos principes enjaulados entre los barrotes de la basura

Pero las pelucas flotan en el viento
y la suave brisa balancea los cascos de las barcas

La ciudad es un vals decadente

Mira el puerto
y los adolescentes en el muelle devorando las bolsas de gusanitos

No lo notas, Buba,

como ascienden sus risas
mientras saltan subidos en las elásticas colchonetas de sus corazones electrocutados

donde sueñan llegar alto
y ser jardineros
carteristas
alcohólicos
parados

farsantes


y los dientes brillan en el parque de las agujas
Y las estatuas en los jardines giran con vanidad de veleta.

Y cualquier mal paso puede conducirte a tu meta

Son tan bellos los brillos de los cigarros en la barra

Mira ese árbol como muestra sus corpulentas raices como el forzudo de una feria ambulante
cubierto por musgo y parejas de enamorados que discuten el precio de las cosas en armenio
en latín, en griego, en sánscrito
y las lenguas friendose en la parrilla de un bar de moda
toda la vida del mundo al calorcito de los molinillos de viento
y las minifaldas
que pasan tan cerca que se pueden rozar con la piel de un malgesto

los maniquies pasean entre las palmeras y los muelles

discretamente abrazados
discretamente iguales

Los suicidas beben despacio la cadencia del verano la sed de las crónicas
de un día fulminado
perdido
en los ceniceros para siempre

Pide otra cerveza
y verás más nítido el porvenir


Un fascista sale a su balcón y creyendo que es un atril se arroja a las masas enfervorecidas.
Sus extremidades pasan a humedecerse en enormes tinajas de horxata.
Los niños y las palomas picotean telegramas
mientras sus abuelas degustan el manjar de estas noches entre cuchicheos y anecdotas desternillantes
y en sus pecas los fariseos contemplan mensajes cifrados como si fuera la piel de un leopardo.

Que rica esta la horxata mojada con un brazo de fascita!

Todos en la plaza discuten y se acarician las miserias.
cábalas para llegar a fin de mes
geometría caotica del palo

A mi no me quieren

Yo estoy sólo

No tengo dinero

Mi jefe me odia

Quiero follar contigo

Ser alguien el día de mañana

Los jovenes inquietos traman la posibilidad de fugarse de la ciudad
para ser mejores idiotas en otra parte
para ser más profesionales y certeros con sus payasadas
y obtener un sueldo acorde con sus ágiles comentarios

Críticos
son críticos
y van sembrando las baldosas con las jugosas semillas de sus juicios

Pipas cáscaras de pipas en el porvenir


Las palomas se agrietan en el aire fecundo de la noche
Las ratas abarrotan las terrazas de los bares
y juegan en circulos a encontrar su silla

No ves la vida, Buba
es genuina
deteriorada
rutilante

A la puerta del cine hacen cola los alienígenas para ver como exterminar su progenie

pero al salir todos han visto la pelicula de sus vidas estampadas contra la pantalla de la eternidad.


Todos su gestos encajados en moldes de escayola
para repetirse en la oscuridad de sus cuartos pesadillas vestidas con lentejuelas se contornean en el fondo de los armarios
disecados en cámaras de frágil cianuro y etanol

por fin las avionetas
y los submarinistas heredaran el aire que vive en los mapas

Los relojes de arena, el compás, las brújulas simulando la entrega de un cuadernillo encarado
donde de nada sirva mentir

exploradores de las retinas últimas
inundando tu vigilancia

la perseverancia de tu rutina psíquica


Campánula de juerga
cisterna de oxido
escombro de la mañana

deslumbrados por la totalitaria dejadez de las flores y su perfume periódico

La apariencia se expande por tu jornada laboral mientras tu vigilas y ganas dignamente tu mísero jornal de primer mundo

Mientras los camareros te esperan en la cúspide de su particulares antros
tratan de acariciar el cálido perfil de las propinas

Las heridas de los ricos dejan migajas de cobre sobre la sangre abierta de los trabajadores

La dulce balada de los asesinos

La matemática azul de las suelas alimenta las llamas del subsuelo

La posada de la niebla acoge también a los transparentes huéspedes de la lentitud

La mente giratoria de los ejes del mundo fluye entre las hojas del abecedario

como un pájaro construye su nido en el bolsillo interior de nuestro cerebro

La concordancia de las caricias planea hacia la bestialidad de los epílogos

Cava una fosa en la página de esta novela y túmbate sobre la espuma de las jóvenes prostitutas del paraíso

Una rosa vertical humedecerá los huesos de los pájaros

La distancia más breve entre tu esqueleto y el amor es impronunciable

Afila el instinto y penetra en los puertos de la riqueza excitante

El lecho de espirales compromete la puntualidad de los trenes

La habitación de la sangre estrangula la frondosidad de los contornos

Un cementerio es un laberinto de tumbas

Arráncate dadivoso el cerebelo
porque las playas son agudas reverberaciones para las hélices soñadoras de tu revolver averiado

Lee el periódico al revés
para que las persianas esculpan un horizonte distinto

El espectro del meteorito revienta contra los ventanales de la aurora

Los pies descalzos de la incertidumbre rocían tus pulmones con fumigadores de exceso

La hierba también crece en los recovecos de la perseverancia

mientras por las mejillas de las estatuas se desliza la humedad de tu nombre

Consistencia del antro

Tu
terreno de insurgencias carnosas

Tu
vastedad inabarcable de diminutivos

Tu
ladrido gramático
matemática devastada y caníbal
levedad monstruosa de presunciones


Tu
error
horror
fervor de la contienda nocturna

Tu
incongruencia del hexágono
peine irresoluble
entraña del entorno

Tu
camino largo
pan breve
ebriedad vertical
de los días

Tu
incognoscible epigrama de cabellos y despertares

Tu
levantador de piedras y números

Tu
dolor errante
puntualidad de espejismos
oquedad minuciosa del minutero

Tu
límite del deseo
bípedo torpe
devorador marginal de todas las cosas

martes, 19 de octubre de 2010

La X siempre es igual a N

Prefiero vivir en mi torre de marfil
que desgastar las aceras de plástico
con mis zapatos descreídos.

Por su puesto que habito mi propio laberinto.
Ya dije que soy mi propio desierto
y mi propio parque de atracciones.

Pero para la vacuidad de todas las cosas
cualquier cosa es vacía.

Para la inutilidad de todos los actos
cualquier acto es inútil.

Para la insignificancia de todas las cosas
cualquier cosa es insignificante.

Para la absurdidad del mundo
cualquier cosa es absurda.

Para la ubicuidad de todas las cosas
culaquier cosa es presente.

Que más da

si todos los caminos llevan al mismo sitio.

Exsultate Ego

Un diminuto hombrecillo vivía encerrado en el fondo de una botella de cristal. El hombrecillo era muy pequeño; casi tanto como el tamaño de un guisante, así pues, carecía de la altura necesaria para poder salir de la botella de cristal.
Nadie podía ayudarlo. Quien lo ayudase se vería condenado a arrastrar sus pies por las ardientes arenas de un desierto infinito.
Así lo habían dictaminado las leyes del hechizo. El hombrecillo sólo conocía los paredes ovaladas de su cárcel, que le ofrecían muecas de monstruos amenazadores que no eran más que imágenes distorsionadas de él mismo, pues el cristal le devolvía fielmente la forma de aquellos inquietantes reflejos. Una anciana mujer conmovida por la crueldad de la trama, se inclinó a ayudarlo y decidió alimentarlo para que el hombrecillo no muriera. Todas las mañanas, introducía en la botella de cristal una partitura musical enrollada, y de esta manera, el hombrecillo se alimentaba. Con las partituras más suculentas del mundo. Los más grandes compositores del universo conocido escribían partituras para que el hombrecillo las destrozara entre sus dientes. Con el paso del tiempo, el hombrecillo fue creciendo. Pero apareció un sombrío problema: Tan sólo le crecía el ego. Ni las piernas, ni la nariz, ni los brazos; sólo el ego. Su voracidad resbalaba por los verticales espejismos de su encierro. Jamás pudo alcanzar la estrecha boca de aquella botella, que continúo pareciéndole inaccesible y lejana como la esfera de una cúpula vertiginosa se debe mostrar a los ojos de un astrónomo.

Tomad Soles ¡¡

lunes, 18 de octubre de 2010

X

No sé por qué voy por las calles esperando encontrarme contigo
si fui yo quien te inventó.

No sé por qué bajo a la ciudad con la esperanza de encontrarte
si fui yo quien te creó.

No sé por qué me encuentro esperando la luz infinita de tus ojos,
si fui yo quien hizo, que, para mí, tus ojos emanasen la luz de una estrella.

No sé por qué te construí, te inventé, te imaginé
desde que supe de tu existencia.

No sé por qué, desde entonces, me cuesta soñar hacia otra parte.

No sé si es verdadera
la rosa que sólo yo puedo ver en tus labios
o soy yo quien va por el mundo herido
de rosa mortal en la boca.

X

Desde muy pequeños
nos recitaron versos,
y pronto descubrimos
que queríamos ser poetas.

Al principio nos dedicamos
a copiar palabra por palabra
las frases de los poetas,
y así conseguimos que la poesía estuviese en nosotros.

Después descubrimos
que la poesía era transmitir
sensaciones, pensamientos, sentimientos,
y quisimos beber la vida a grandes tragos
buscando pensamientos nuevos,
sensaciones nuevas,
sentimientos nuevos,
y nos dedicamos a intentar copiarlos sobre el papel,
y así conseguimos que los versos hablaran sobre nosotros.

Luego descubrimos que eso es imposible
y empezamos a buscar la manera de nombrar lo indecible.

Entonces comenzamos a comprender
y la poesía se sale del papel,
la poesía se sale de las palabras,
y corremos a vivir la vida con intensidad,
rime o no rime,
y así es como conseguimos ser nosotros el poema.

martes, 12 de octubre de 2010

Tarta de manzana

Trata de leer un par de páginas. La humedad de la noche se cuela por una de las rendijas de la ventana. El acto de tragar saliva le provoca una tos ronca. Es casi invierno y sus viejos huesos huelen a cloroformo. Estira la mano, pero sólo puede palpar una ausencia. Hacía muchos años de aquello. Ahora el colchón de matrimonio le parece algo más grande y frío. Gira intranquilo por el oquedal de las sábanas, pues a pesar de que esta cansado, sabe que esa noche tampoco dormirá. Al poco llega su mujer. Como todas las noches, escucha los zapatos arrastrarse por el pasillo, seguidos del perceptible tintineo de un manojo de llaves. Cuando el sonido de los pasos se apaga, los goznes de la puerta ceden con un leve crujido.

- ¿Adán, eres tú?. Pregunta la voz.

Él cierra los ojos, y controlando la respiración, intenta hacerse el dormido. Ella penetra en la habitación.

- ¿Cuánto tiempo vamos a estar representando esta pantomima?. Pregunta la mujer, mientras se deshace de los lazos y encajes que le impiden desnudarse. Ejecuta los movimientos con una rutina desesperante, propia de alguien a quien le falla el pulso. Cuando por fin logra ponerse el pijama, él continua aferrado a las sábanas, quieto. Ella introduce su dentadura postiza en el vaso de agua que descansa en la mesita, e inicia el rito del desmaquillaje. Él no quiere abrir los ojos, pero sabe que la débil luz del pasillo permite contemplar en el espejo de la cómoda el rostro de una mujer desconocida.

- Hasta que la muerte nos separe, Eva- Responde mientras muerde la luz con los ojos.

viernes, 8 de octubre de 2010

jueves, 7 de octubre de 2010

Fandango de la cuchilla

No soy yo quien abre la espuma

otros han sufrido más vértigo
al tocar con sus huesos
el frágil silencio de los cristales

Yo los he visto
levantar el polvo de los caminos
y estremecer con sus talones
las fuentes del dinero
escuchando el sonido sordo
de las alcantarillas

Con el rostro demacrado por el naipe
jugoso de la oficina

Yo los he visto
en la penumbra de los salones
fumar abismo

Otros más valientes
se han colocado en la cornisa de los acordes
mecidos por las sirenas
de los coches de policía

Y han saltado por la ventana de sus sueños
enamorados de la noche interminable

Han derribado con sus bramidos
las estatuas de la justicia
y han lucido sus solapas
las medallas huecas de los infiernos

Otros más audaces
han logrado
tocar con la punta de sus tenedores
el metal de las auroras

el vientre del pueblo


Otros enterraron sus manos
en el epicentro de los paladares
y su tierra incendiada

y ardieron solos mientras ardían

otros clavaron su nombre
en la última página
de los suspiros
de incienso

y ascendieron a la memoria
como quien atraviesa un río con los ojos de un muerto

Detrás del deseo
habita el olvido

No soy yo quien se despierta
en mitad del camino
con los tobillos sepultados
bajo la tregua

Ese que se estremece
con el sonido de un alfiler
al caer en el agua


El aire frío de los cuchillos
penetra mi carne
El aire frío
de las campanas
enciende mis besos

que como satélites duros
vienen del amor
a clavarle un diente de hidrógeno
a la galaxia

Tengo puesta la chaqueta de las crujidos
y los luceros molidos por espuela

son míos
tan sólo míos

y no de nadie

tan sólo míos

Soy una porción de exilio
esquilando la correspondencia

mientras los edificios de tristeza
van masticando mi cabello

Mi cabello de monedas y soledades

Mi cabello de perfume oscuro
y catre abierto por mis entrañas

y el alcohol de los espejos
al derribo
van frecuentando mi alma
cuando despierto

Cuchillas y espuma
marinero

y el reloj de cianuro
trabajando las calles de la madrugada

Quieta la casa
Quieto el mundo

cuando me afeito la máscara
hasta dejar mi naufragio al descubierto

Quieta la casa
Quieto el mundo

No soy yo quien abre la espuma

miércoles, 6 de octubre de 2010

El cementerio de los Dardanelos

En el reverso sudoriental de mi axila vivió, durante mucho tiempo, un pequeño murciélago que se llamaba Radermeiker. Era amigo de su vecina, una rata china y morbosa, que vivía en las cavidades húmedas de mi cráneo. La rata se llamaba Faustina y estaba jubilada. Con los restos de mis tejidos confeccionaba bufandas y guantes. Aunque reacia en un principio a la vida sedentaria, se encariñó con el entorno, y acabó construyendo un cómodo habitáculo. A veces, la visitaban sus nietos y por las noches, antes de irse a la cama y tras su copita de chinchón, solía tocar el arpa. Los jugos gástricos eran preciados, y muchas tardes, acudían a refrescarse en la foña de mi vientre, donde a su vez se congregaban otros vecinos. Botimel "el musaraña", Erich "el otomano" y hasta un saltamontes llamado Pepper, que fue militar en los años del denominado incidente de Faschoda, en Sudán. Le faltaba una pierna, eso quizá, acentuó su carácter introvertido, aunque siempre se mostró educado y sumamente cuidadoso las escasas veces que se pronunciaba. Con el tiempo, las cuencas de mis ojos, también se transformaron en un destino predilecto por otros vecinos, excéntricos, si, pero que disfrutaban al acudir para bañarse durante las horas más abrasivas del mediodía. Más al norte, iniciaba la región salvaje e inhabitada formada por la espesa mata de mis cabellos, que recibió el nombre de Luddendorf. No era plato de buen gusto pasear por aquellas regiones, y menos sólo y ya entrada la noche. Gruesos y deleznables piojos habían tomado la zona, convirtiendo aquellas agrestes latitudes en su fortín inexpugnable. Los piojos terminaron por hacerse grandes como granos de arroz, y por las noches la algarabía que levantaban era escandalosa. Recuerdo también, que mi rodilla izquierda fue la habitación de un particular estudiante de medicina. Se especializó en anatomía, y entre los meniscos y las arterias casi fósiles había logrado escarbar una cómoda y más que coqueta gruta, que le hacía las veces de living y estudio. Se trataba de un topo caliquense, el señor Ulot, que como en el caso de Pepper, también tuvo que alistarse y acudir al frente oriental a combatir, pero no conoció el drama de las trincheras. Le diagnosticaron una miopía radical y se vio exento de utilizar la metralla. Pasó a formar parte del Cuerpo de Enfermería, donde conoció a Rudi "el lagarto" y terminó cultivando una profunda predilección por el estudio de las lenguas muertas. Hablaba Mayut, Vonefizar, Burgundo y Salem. Suya fue la iniciativa de construir una biblioteca en la antesala de mi coxis. Las dos plantas superiores de mi fémur se destinaron a la literatura y a las ciencias exactas, mientras que las tibias y el peroné fueron dedicados a la zoología y a la botánica.
El herbolario de mis pulmones fue ocupado por Alexéi Alexéievich Brusílov. Una marmota inválida y testaruda que fue mendigo
en el Hurkemistán, hasta que conoció las propiedades curativas de las raíces. En sus ratos libres se abocaba a la pintura. Célebres frescos decoraban los frontispicios de mi tronco. En una lúgubre cavidad singularmente abovedada, ejecutó un más que destacado homenaje al celebre "Gusano de Vitruvio", que aún hoy se puede visitar, aunque bien es cierto que los colores han perdido toda su fuerza y las grietas sueñan con terminar por devorarlo algún día. Quien sabe si cuando el avaro Brusílov pintó aquella sublime proeza, lo hizo vislumbrando lo que más tarde habría de llegar. Porque en posteriores etapas, todas marcadas por las grandes migraciones de gusanos, hormigas y larvas, apareció la superpoblación y el paro. Las constantes disputas entre vecinos convirtió la convivencia en algo insoportable, y mi cuerpo quedó reducido a un escaso humus, incapaz de atender las necesidades de todos aquellos habitantes que tan sólo buscaban una oportunidad con la que poder mejorar la estrechez de sus existencias, pero eso en realidad es otra historia.

jueves, 30 de septiembre de 2010

A ver si lo vais comprendiendo

Es posible soñar sin vivir

pero no es posible vivir sin soñar

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Canción de la sangre

He venido a despertar
en el lecho caliente de la vida
A hundir mis manos en sangre
tras los rastros del perfume y el amor encendido
de las tiernas sombras

He venido a despertar en pedazos
donde crecen los besos y las penas
donde las enredaderas de los suspiros hirientes
cruzan la desértica hacienda
de mi ser
sobre el lecho
tomado por los trinos
y la locura

He venido a desayunar
pan y ajo y tomate
y a trabajar con las manos mi desvelo

He venido a estudiar las formas de la belleza
y el horror
a trabajar con mis propias manos la consistencia de mis propios recuerdos

He venido a sorber café
frente al patio de los hombres

He venido

He venido a dar vueltas con un lápiz
por los laberintos de la mente
que sueña el laberinto

de sangre de sudor y polvo
soy
tu hijo

Por eso he venido a rascar la guitarra
y las pozas oscuras del viento
de las playas derribadas
que surcan todas las arrugas de mi cara
y taberna

Por eso amo las casas de cal
que levanta la aurora hacia el precipicio
de las matrices y los úteros salvajes
enterrados en los mares oscuros
de la partida

Los azules espectrales y los blancos iniciales de los posos
La herrumbre y el salitre
donde se conjuga el gancho con la ternura de los asesinos

porque me duele la cicatriz que tu corazón me dejó
como un mordisco
mediterráneo

Porque en mi cabeza crujen las puertas de los marineros
y parten las naves de los embusteros jugadores
que conciben la vida como un juego de lágrimas y métales hermosos
letales rincones de la ceguera que palpan mi cuerpo sediento
cuando estoy roto en mitad de la espuma

cuando golpeo con mi frente el yunque de la foresta
la lava palpable de los volcanes y los escotes
de asfalto y madrugada
llena

La cruz verdosa de las serpientes y la salud tomada de los pueblos
bajo el totalitario encierro

He venido porque me duele la esquina
del mundo


y su oferta indecorosa

La tangente ruptura de los gusanos en el barro
invocando porciones de cielo y de hombres sin destino
poblando la niebla como voces y palabras sin luz
contratos subterráneos
invitaciones al canto hambriento de la vida
al canto negro de las tabernas y los palos negros
de bozal y motor
de navaja y ferrovia
de catre y cebolla

madre


He venido a cantar frente al paredón
A tocar el pan el tomate el ajo
con los dientes

He venido a sentarme frente al balcón
A cargar con las cajas y los muertos
y los recuerdos de los nombres

He venido a arrancarme las lágrimas de cuajo
A vender mi perfil en las carnicerías

Estoy del lado de la mugre y la furia

Por eso he venido a cenar sobre los tejados de la lluvia
rastros de musgo y naipe y cuartilla manchada de carmín
y camino

solitario a retumbar como un trueno sobre las ventanas tranquilas
y amables de los que no sudan ni padecen cosa

He venido a robar lo que es mío
y a incendiar los dormitorios antiguos
que me acosan entre sueños e invocaciones
sesgadas

He venido a descorchar los vientres de la tierra
y a beber su luminosa canción
ciega y desesperada
canción
de la sangre

A eso he venido
a ser tu hijo
madre

martes, 28 de septiembre de 2010

Reyerta de metal y noche

No luchas sólo. Esta la fiesta ida por los arrabales amargos de lo imposible.
No luchas sólo. Esta la ira de los ventanales cuando hace sombra y declive. Y la hacienda parece más pequeña y la despensa se vacía y el botiquín se vuelve casi transparente.
Y los ejes de la sombra extienden su pathos entre sorbitos.

No luchas sólo. Esta el ejercicio de la gramática, simiesca conjunción de la gimnástica de los atribulados contubernios y la
murga de la mugre. Bandoneón, que se afirma con torpeza, para con cada gesto, ser un poco más vida entre los muertos.
y así, ir desconociendo el ejercicio de las bisagras y los músculos atrofiados del firmamento, retumbando en tu cabecita de peón.

Pero no, amigo, no luchas sólo. Esta el calambre que nos precipita en la mañana del todo por hacer. Y las arlequinescas moñadas del humo y los amperios que se evaporan con suspiros de oferta y redoblado esfuerzo. Esta la gravedad, los soles y las máscaras. Esta el trino, la campanada, el fin.

Y la posibilidad de encontrarnos en un bar vencidos. Una noche. Y sostener con honor nuestro cadáver. Y sostener la conversación de nuestro cadáver por encima de todos los agujeros que nos han hecho ser quienes somos, todos esos agujeros de bala, de pájaro, de interruptor industrial, y por encima, sobretodo del magma desquiciante de los que pisan fuerte y la barbarie.

Esta el picnic de los perdidos atardeceres posponiendo el día. De tu aurora. de la pluma, de la cárcel y del barro. y el barco de los amores ebrios para siempre.
la espuma y la furia de los valientes pregoneros que supieron ver en una gota de charco, la virtud de la paciencia.

Y trabajar. Por sudor, por error, por herencia, por no saber, por querer un poco más, por renunciar, por divertir, por lograr y disfrutar de la inercia que nos hizo.

Quizá un poco oblicuo, desengañado, tal vez, por repentina juventud perdida entre las poses de tanto careta y tanto papone de rosas y perfume embriagador entre las ramas.
Quizá el chantaje, el mendrugo fácil, los estertores del hospital negociando con cuchillo esférico alrededor de las manecillas de lo atroz, y lo blando de la pereza, poblando la rutina giratoria que, tras tus talones de buen chico, se emociona con lo que callas cuando dices.

Quizás un tanto desorientado, el miedo, ese perro erecto y cobarde de las creencias, Un mínimo idiota y pretencioso, una pizca descreido y tuerto, en este país de ciegos y galaxias diminutas que te esperan tras la esquina.
Quizás empequeñecido y abrumado, bebido o chispeado, quizás.
Por tanto fotograma insulso y centrifugado banal.
Quizás lo bueno de no saber y aún así, querer acumular conceptos como quien fuma deseos en las vías de lo inerte.

Pero no luchas sólo. Esta tu ladrido y el ladrido de otros perros que como tú, solos, buscan su hueso en el arrabal amargo de lo imposible.

sábado, 25 de septiembre de 2010

X

Juzgáis muy deprisa,

sacáis conclusiones muy deprisa,

creéis entender demasiado pronto,

antes de ver, antes de mirar simplemente:

así nunca comprenderéis nada.

Romacero de El Aro

Quiero ser el perro más lustroso de mi colina.

Que no haya zarzal donde no haya hecho pis.

Y tejer mi propio camino.

Quiero ser el perro más industrioso de la colina.

Y atañer, atañer, atañer a todo.



Quiero saber sólo lo que necesito.
Conocer sólo lo que me hace falta.
Llevar conmigo sólo lo que pueda transportar.
Y cuando luche
sólo lucharé contra lo que se puede luchar.

Que la virtud me destruya!

Yo, o otro que todavía no soy,
seré o será algún día
el perro más lustroso de la colina.

viernes, 24 de septiembre de 2010

X

Un cántico
sin vidrieras
por favor,
nunca he soportado el baile de las formas,
esa luz de colorines
que atraviesa engañosa las paredes del templo.

X

Amo tu piel que no existe.
Amo tus ojos que no existen.
Amo tus manos que no existen.
Amo tu cuerpo que no existe.

Amo tu voz que no existe.
Amo tu risa que no existe.
Amo tu espíritu que no existe.
Amo tu presencia que no existe.

Amo tu ser que no existe.
Amo tus cabellos que no existen.
Amo tus labios que no existen.

Y el viento mece mis ventanas
palomas mensajeras
invocadas para buscarte
donde nunca estés
cuando nunca existas
en ninguna parte
nunca.

lunes, 20 de septiembre de 2010

AHSGTD YBSV UNKSKY

Ola lluvia suburbial
tecla sombrero
de Bernard Traven quejumbre
sol nadie supo decirme nada de su vida -La nave de los muertos
marciano azul
pelota lumbre enredadera de las costillas
rotas
Trópico del infierno rosa Pástel de uñas de muerto
y colores llameantes Ticket de metro
poliedro los doctores aseguran que viví en Paris durante los cinco años que estuve en coma.
Pero yo no lo recuerdo, Dostoievski "Amapola de los suburbios" Columnas vertebrales del hielo
persiguiendo a Jack London con un cuchillo verde vejiga a través de las espigas de trigo y carruajes del sueño elucubrando el blues de los algodones
y las cadenas de la ginebra perdida.

Para beber café con la emperatriz de lo cotidiano

Maiakovski ronronenado alrededor de los muebles con su pijama de rayas y su cola de cucurucho imantado, gracias a Teleman escucho los violines electricos de Mauritania
escarbando en mi pecho. Porque los caimanes también tienen derecho a morder mi corazón.

Pero no es 2001 y el comandante Tom no puede ser feliz en los ascensores de la heroína así que permíteme también que la luz el gato la radio el silbido
de los satelites entren por mis pulmones de hojalata

El óxido de las sábanas llega con las nubes preñadas de R. M. Rilke "pájaro de los petardos y las estrellas ebrias
de tu sexo"

En la cornisa de mi pensamiento - Cioran esta muerto-
Ocho niños han nacido en la palma de mi mano al pensar en ti.

He escuchado a Picasso tocar la guitarra dentro de mi vientre. Fue increíble.

Bájate las faldas súbete la lascivia podremos alcanzar el trampolín de los suicidas
humeantes.

Yo soy el árbol encendido de los patios antiguos. Con la llave de mi corazón se abren las piernas de los encuentros.

La tarde en la que Nieztsche montó a caballo tenía seis años. Yo no había nacido. Pero me dijo que fue el día más feliz de su vida.

Por eso anoche los agentes del orden se cosieron una cremallera en los labios.

Mientras abría el sarcófago de los mosquitos del caribe observé que mi coche tiene el rostro de los que han visto la mecánica de cerca. A punto de robarles el kilometraje, las praderas huyen despavoridas ante la velocidad
y los secarrales de un paisaje ácido corren envueltos en pañuelos de gasolina flotante.

A propósito
Bowie me entrevistó anoche. Llevaba un traje de lentejuelas y tachuelas de paraiso entre los dientes. Era cegador. Un rastro de carmín le cruzaba el silencio.- Me habló de Marte y de las ganas que tenía de acariciarte cuando te duchas sólo en tu apartamento deprimente. Las plantas se curvan por las autopistas del cenicero. Canta cuando sufras por la nada. Canta. Yo he consumido tres paquetes de ansia por descubrir el vértice de tus recuerdos y ahora soy feliz. Espuma y sol para los que han perdido su carnet de identidad en los baños de la noche.

domingo, 19 de septiembre de 2010

Dibujo de un caballo invisible

Tras el aroma de la tarde
Capturo con la mente la silueta de un caballo

Sentado frente al lago blanco
espío el jugar de los peces en el agua
con los pies desnudos dentro
como dos peces de carne perfectos

las fuentes lejanas están cerca
tan cerca que puedes oírlas
con tan sólo estirar los dedos

mientras las mujeres humedecen sus ropas entre canciones

Sentado frente al lago blanco
dejo volar mi velero

Mi velero ebrio de olas

Y con el lápiz toco la belleza del instante
pero se difumina y se evade

La chistera negra
el misterio de tu cuerpo
porque ahora yo soy aire
y tu eres tiempo

FEOCRACIA

Un futuro gobernado por feos. Lo conciben? Feos resentidos y mendaces articulan una burocracia donde se persigue y se humilla la belleza. Los edificios, los parques, las calles, los paseos; nada escapa a la conspiración de lo horrible y lo falto de gracia.
Los dirigentes, inspirados todos en rostros pesadillescos como puedan ser los de personajes del corte de Franco, Sarkozy, Aznar, Zapatero, Rajoy, Zaplana, Putin, Moratinos, Lo santos, Fraga, Camps, Barberá, Bush, Bin Laden, Cascos...Acaparan los altos estratos de una sociedad futurista, que lo único que posee de futurista es su inabarcable fealdad.

No gobiernan los trepas ni los audaces. No gobiernan los listos ni los cualificados. Gobiernan los feos y sólo quienes creen realmente en el poder omnipotente de lo espantoso. Gobiernan los feos, y sólo mediante su deforme mezquindad consiguen sus múltiples riquezas y sus cuantiosas posesiones. Lo repelente en su más alta expresión. Una afrenta contra la estética; dictatorial, operante y aséptica.


La escena comienza con imágenes propias de un mal sueño. Aberrantes rostros vestidos con trajes propios de las clases dirigentes, distorsionan imágenes inconexas y carentes de toda lógica.
Un bello adolescente se despierta abortando la sucesión de esa pesadilla. Vive en una situación lamentable. Las cucarachas recorren su lecho, la casa amenaza con derrumbarse. Su hermosura es tan real como inalcanzable. Un escultural cuerpo de un Adonis, pero sucio y degradado, que se pudre entre escombros. El muchacho se abalanza sobre un mendrugo de pan, disputándoselo a las ratas.


En otra parte de la misma ciudad....


Vemos una magnífica mujer caminando por la calle. Su figura es esbelta, estilizada. Luce la cabellera suelta y el viento juguetea con su perfume. Sus impecables andares hipnotizan la atención. Ella camina distraída, como sólo puede caminar la belleza, devorándose a sí misma. Esta buena, la verdad que esta muy buena. Al cruzar una calle, es detenida por un guardia que no cesa de hacer sonar su estridente silbato.

- Alto, deténgase!!!! Exclama el guardia.
- Si, perdón?....responde la muchacha.
-Perdón? Cómo que perdón? No ha reparado usted en ese pobre hombre?- Pregunta el guardia. - Mientras dirige su dedo indice hacia la esquina donde aparece un hombre feo y flaco.
- No, señor agente. La verdad, no me había percatado.- Responde la muchacha abrumada.
- Déme su carnet. Señorita, esta infracción le va a salir usted muy cara. Pero que muy cara!.- Explica el guardia con una petulancia grotesca e insufrible.

El guardia tiene el rostro porcino de quien ha reventado mil espejos en su vida. Una mala estrella de carne informe mal construye cada uno de sus grasientos gestos. Es desagradable, y el sólo hecho de mirarlo de frente provoca cierto dolor en el estómago de la muchacha, que evitando el desafío, decide mirar al hombre de la esquina. Descubre que es también muy feo, pero distinto. Sus horribles cejas son tan espesas y están tan juntas, que parecen formar una sola. Sus ojos son pequeños y la breve distancia que se establece entre ellos, la cruza una nariz demasiado larga para ser real. Sus delgados labios no consiguen ocultar un ecuación funesta de dientes. El hombre permanece tímido, acongojado, con las manos juntas, encorvado, temeroso, junto a su esquina, mirando la escena con una sentimiento que duda entra la pena y la piedad. La resignación, el odio y un sentimiento apaciguador de justicia, sin embargo, confabulan por dentro, en alguna oscura parte de su cerebro.


El guardia extiende la multa y solicita a la muchacha que la firme. Ésta no se niega y observa con incredulidad el trozo de papel ininteligible.

- De qué se me acusa, señor agente?. Pregunta la muchacha llena de incredulidad.
- Que de qué se le acusa? Por favor, señorita, no ha dedicado usted ni siquiera una mirada de soslayo a ese pobre conciudadano. Una miradita le permitiría seguir soñando, algo a lo que aferrarse, un breve pedacito de cielo. Y coge usted y pasa por su lado como si no existiese. Ignorándolo desde su elevado pedestal. De verdad que es injustificable su comportamiento!. Estos cien euros, que son el montante total de la multa, quizá le ayuden a recapacitar. Si paga en el plazo máximo de dos semanas, quizás obtenga un descuento. Buenos días.

jueves, 16 de septiembre de 2010

Edward Mordrake


En 1887, el seno de una noble familia inglesa acogía el nacimiento de un niño peculiar llamado Edward Mordrake. Su madre era la condesa de Darlington y bajo el poder de ese apellido, se extendían infinitos prados y campos de cosecha que mediante tributos arrendatarios y un suculento comercio a base de cereales y ganado, permitían a la familia vivir de un modo más que privilegiado. El castillo se hallaba en la ladera sur del condado de Postmouth, bordeando unos impresionantes acantilados que vigilaban el embravecido mar del Norte. Las vistas eran fantásticas y todo hacía presagiar aquella tarde, que con la llegada del tercer varón, la familia Mordrake quedaría finalmente bendecida. No fue así, algo en la gestación del feto se torció
cuando se cumplían los últimos meses del embarazo. Así trato de explicarlo el doctor Bridgewater, al contrariado padre de familia, Sir William Pitt Mordrake, que no encajó nada bien que entre su descendencia se hallase la ominosa huella de una malformación. Efectivamente, el niño Edward, había nacido entero y sano; el parto, salvo unos episodios previos que complicaron las dilataciones, se desarrolló sin mayores dificultades. La madre dormía extenuada junto a la recién llegada criatura, pero el doctor Bridgwater y la matrona que le asistía, encontraron cuanto menos extraña la parte posterior de la cabeza del bebe. Fue cuando al examinarlo más detenidamente, comprobaron llenos de espanto que aquello era el esbozo de una mueca. El pobre Edward había nacido con dos caras. Sólo que esta última, trataba de afirmarse y sobresalirle desde la nuca. Era un claro caso de gemelo parasitario "parasitic twin". El doctor sabía de la extraña enfermedad y de su escasa manifestación. Fue gracias a otros colegas que pudo conocer los espeluznantes casos del chino cantonés Chang Tzu Ping y el del francés Pasqual Pinon.

El doctor Bridgewater y Sir William Pitt Mordrake, giraban sobre sus pasos y discutían acaloradamente junto a la chimenea. Justo bajo el escudo de la rosa de Tudor y la lujosa réplica del mítico dragón blanco, un ciego ataque de cólera llevó al padre de la criatura a abogar por el parricidio. El doctor era protestante, pero sabía de la ferviente fe católica que consolidaba las creencias de la madre de la criatura y la de toda su estirpe. Encontró descabellada, injusta e imposible de llevar a cabo semejante barbaridad. Convenció al padre de que el niño crecería sin dolores físicos acusados. Unas cuantas botellas de buen whiskey y unos sabios consejos, bastaron para consolar al padre durante aquella interminable velada.

Edward creció y recibió de sus padres toda la atención y el cariño que un niño puede desear, pero la vida no era fácil. Sobretodo dentro de la cabeza del pobre Edward.
Evitaba el contacto ajeno. La humanidad le provocaba un intenso rechazo. Y puede asegurarse que hasta bien entrada la pubertad, Edward no salió nunca de los jardines que delimitaban la fortaleza paterna. El rostro que se había acabado consolidando en su nuca era terrorífico, pero más miedo le producían a Edward las crueles carcajadas de los otros niños y de las maleducadas y escrutadoras miradas de las otras madres y de las criadas que le apuñalaban por la espalda. Todo ese odio se filtraba en la mermada personalidad de ese ser que no era su hermano, pero que tampoco era la voz interna de su conciencia, pues no la podía controlar a su antojo.
De alguna extraña manera funcionaba ajena a él. Con otro proceso, con otros impulsos, sintiendo permanentemente su incómoda presencia invasora.

Con el paso del tiempo, los padres y hermanos de Edward intentaron eludir el problema, tratándolo con absoluta normalidad, exactamente igual que al resto de los demás familiares que formaban parte del clan, ignorando en todo momento aquel rostro innombrable que Edward llevaba cosido a la nuca, aunque a veces, los mirase con descaro y soberbia.
y en otras ocasiones, improvisara inquietantes melodías.

Los padres buscaron la manera de aliviar a su hijo de semejante carga, pero las operaciones de cirugía nada desarrolladas por aquel entonces, no aseguraban sobrevivir tras la operación. Lleno de coraje y desesperación, Edward pedía a sus padres luchar por el intento, pero el temor amedrentó la decisión última y los padres no cedieron a la arriesgada petición.

Librarse de aquel rostro terminó siendo para Edward una obsesión. Era cierto, que el rostro maldito de su hermano muerto no compartía su cerebro, al menos no totalmente, por lo que ese medio rostro no solía articular frases con sentido ni construía argumentos o conceptos elaborados; aquella cara se limitaba a repetir frases o palabras, pero como quien habla en sueños o desde el fondo de un pozo muy profundo. Pero sobretodo, lo que más a menudo hacía aquel ser era reír. Por las noches Edward no podía dormir. Debía consumir ingentes cantidades de somníferos para poder conciliar el sueño. Era terrible cuando en mitad del silencio de la noche, Edward escuchaba las risas ahogadas de ese rostro enterrado en la almohada.

A veces, era peor en la mesa, cuando estaban todos congregados y con la comida dispuesta en los platos. La familia tenía costumbre de guardar silencio y agradecer los dones ofrecidos. Esos momentos eran propicios para escuchar los susurros malsonantes y los crujidos vocales de esa cara que pugnaba por salir a la superficie.

A veces, también lloraba o gimoteaba como un animal pisoteado.
Y la cara de Edward, blanca, ojerosa y con los labios pegados, pidiendo en silencio la muerte o el final de aquella pesadilla.

Edward desarrolló un enorme gusto por las letras y fue un talentoso violinista.
Pero a la edad de 23 años y viendo que los médicos nada podían hacer por él, decidió suicidarse.

Sólo dejó una carta. En la que agradecía a sus padres y a sus hermanos el cariño recibido. Al final de la misma, dejaba formulada una petición ineludible: Antes de enterrarlo e introducirlo en el ataúd, los cirujanos debían despojarle de aquel rostro esquemático y deforme con un bisturí. Para que por lo menos, ya una vez muerto, pudiera al fin descansar en paz.

Teatro de sombras chinas

Dos chinos penetran en un antiguo teatro de marionetas. Se trata de una arcaica pagoda abandonada a las orillas de la ciudad. Las curvas del río han erosionado con su incisiva humedad las paredes del edificio hasta convertirlo en un pergamino inclinado. Sus equívocas representaciones arrastran tanto a curiosos como a extraviados, que a esas horas de la noche quizás no encuentren otra cosa mejor que hacer. Ellos llegan del puerto, de la zona de fumaderos clandestinos. Son marineros y sus calaveras pugnan por salir a la superficie de las cosas. Él es alto, rígido y silencioso. El otro, sin embargo, es alto, rígido y silencioso. Uno se mueve verticalmente, imbuido entre la fascinante elucubración de los fenómenos causales que lo rodean y le otorgan materia. El otro, se mueve también verticalmente, pero en su sentido inverso, como si fuera la sinuosa sombra de su acompañante.
A simple vista, parecen la misma persona, sólo que esta juega frente a un complicado mecanismo de espejos móviles. Una vez han pagado la entrada en la taquilla, el reverso de los delgados pasillos se cierra tras sus frías espaldas. La mujer es tan diminuta que no alcanzan a verle el rostro. Tan sólo sus manecillas, una algo más corta que la otra, se deslizan por una esfera inquietante. Temen que la mujer viva atrapada en esa cajetilla de fósforos. La cera de su carne parece intacta y artificial, y evitan el contacto directo al recoger sus rasgadas entradas.
El teatro parece un estanque flanqueado por columnas y bóvedas articuladas. Los rojos farolillos se balancean difuminando una luz que les recuerda a los efectos narcóticos del opio. Un sudor frío les anticipa la sensación de que son seguidos muy de cerca. Un hombre sin labios, y con una mueca cogida por hilos, les guía con una linterna a través de los oscuros y estrechos pasillos del patio de butacas. Tras el telón que divide el recinto, un primer fogonazo de la oscuridad implacable les ciega, pero pasados unos breves instantes, sus ojos se acostumbran a esa escasez reconfortante y la agradecen.
El acomodador encuentra una localidad libre, y una vez cumplido su cometido, desaparece de la escena como la llama de una vela. El chino descubre que esta sólo. La oscuridad de la sala se ha tragado a su fiel acompañante. Desde el fondo, se percibe el sonido de un instrumento de metal, y su vibración hipnótica estremece las pálidas bambalinas. El escenario se ilumina débilmente, y el chino comprueba contrariado que es su compañero quien baila entre las luces, como un espectro aparecido al ritmo de un laúd, una flauta de bambú y unos gongs. Al poco aparecen otras sombras que sinuosas van tejiendo toda una serie de escenas que se entrelazan con estudiados silencios. Las escenas, divididas en fragmentos, los encuentros amorosos y algunas de las tragedias representadas, le recuerdan casi milimétricamente a similares episodios de su propia vida. Algo o alguien le anuncia que esta a punto de finalizar la obra. Despavorido, se levanta y huye entre las butacas sin volver la vista atrás. La morbosidad de conocer el final es vencida por el simple y puro espanto de lo conocido. Con las manos en la cabeza recorre el último pasillo que le conduce a la calle. La repentina dosis de luz, ciega sus ojos y en ningún momento ve el coche que lo arroya. Mientras los curiosos transeúntes se agolpan rodeando la fatídica escena, el cadáver agoniza; pero allí dentro, sobre el escenario, una escuálida sombra baila alrededor de una manada de caballos. La escena se interrumpe de manera súbita cuando el telón se precipita sobre el escenario.

Ficciones minimas

Ella entra. El salón permanece oculto bajo la espesa oscuridad. Mentalmente reconstruye la pieza con minuciosa exactitud. Palpando la pared, logra encontrar la mesa, y guiándose por su tacto, evita la lámpara, roza la estantería, descubre el sillón orejero. Él lee. Yace sentado y con las yemas de los dedos recorre las criptográficas líneas del libro invisible. Esta a punto de terminar el último capítulo cuando se corta con su perfume. El libro cae al suelo. Él se levanta. Se chocan. Mientras, van reconociendo los perfiles entre el palmotear secreto de la costumbre y el cálido aliento de las sombras. Mientras, las ropas van cediendo al impulso de la carne, y el deseo encendido de la primera vez arde en las pupilas inertes. Las caricias les permiten olvidarse, encontrarse. A tres mil millones de años luz, de alguna parte, en alguna ciudad. Ellos ven.

El ritmo de la muerte

Existe una trama
entre lo que somos y lo que no somos

Existe un lugar
que transcurre entre lo pensado y lo sentido

Algo ajeno
a nuestros deseos perdidos
lejano
como la piel que nos proteje
del ritmo de la muerte

del ritmo de la muerte


del ritmo de la muerte

frutas colgadas de una rama
silbidos encarnados en escarcha
Golpe doloroso del tejido
huidizo recinto de lo invidente

No existen las palabras

Existe un puente
entre la cosa y el ojo

Un sonido
entre el corazón y la rosa

Entre lo que soñamos
y lo que recordamos cuando soñamos

Pero no es el sueño
ni eso que vivimos
al alcanzar la orilla

como sonámbulos pasajeros de la noche



Existe una trama
que va desde la oscura madriguera de nuestro nombre
hasta la oquedad transparente del sombrero y el asfalto

Una lámpara enterrada en un sótano
Una copa llena de noche


Algo que nos precede y nos ignora
Algo que late con un sonido sordo
en las venas ciegas del desastre

Algo que sabe a hierro pero que no es la sangre
Algo que es como la anestesia descarriada
del ímpetu
Encerrada en la habitación infinita
del calambre
aporreando el teclado de lo inhóspito

Con su máscara

de calma absoluta
que provoca el terror
prodigioso
de los rincones ignorados de la mente
cuando devoran el vértice del blanco


El ritmo de la muerte

El ritmo de la muerte

El ritmo de la muerte


Existe una cuerda
delgada impronunciable
que es la vida
y lo que pasa
cuando la vida ya no es vida
ni lenguaje ni signos
enterrados

Existe un viaje
entre el tacto y la memoria

Un instante
entre el perfume y la vejez
entre el átomo y la brisa

Existe la nada
pronunciando espasmos
despojada de caligrafía imperfecta

El esqueleto húmedo de la semilla

persiguiendo el calor y la oscuridad de las raices
La luz y aire de los frutos

De la ebriedad del impulso a la meticulosa concepción de cada cosa
existe

En nuestra mente
donde siempre es noche

Una trama
que a veces nos olvida
mientras el desgaste de las horas
nos cubre con su prodigioso velo

Y quedamos amparados entre dos mundos
flotando
inmersos
en nuestros trajes de chaqueta y baba

Una trama
que a veces nos recuerda
mientras el desgaste de la eternidad
nos hiere con su delicado reverso

Salmo

Cree en este día.

A lo mejor hoy ocurre por fin tu amanecer
o a lo mejor no,
pero debes creer en este día.

Cree en este día.

No creas en el futuro,
no creas en el pasado,
no creas en lo eterno,
sólo créete este día de hoy,
este día que comienza.

Cree en este día,
cree en tus alas, en tus manos,
pero no creas en tu alma,
no creas en tu esencia infinita,
cree en tu cuerpo,
cree en tus pulmones que respiran
y en tu sexo que se enerva,
cree en tus piernas
y deja que te lleven,
no a donde piensas que quieres ir,
sino a donde verdaderamente necesitas.

Tú eres una mente emancipada,
libre, irreductible, pura,
no creas en leyendas sobre otra vida,
no creas en leyendas sobre el karma,
no creas en leyendas sobre el alma,
no creas en leyendas sobre el yo,
esa mentira hecha de pasado y futuro,
no creas en nada.
Sólo cree en este día que ahora comienzas.

Cree en tu cuerpo
porque tu cuerpo seguro que existe.
Cree en tu corazón
porque tu corazón seguro que existe.
Cree en este día.
Debes creer en este día de hoy.

Existe el sufrimiento...

pero el placer gobierna.



Existe el sufrimiento

pero el placer

manda.

El placer dirige a los hombres por la vida.
Lo buscamos como las flores buscan la luz.

Nada hay que tienda hacia el sufrimiento.
Nada hay que culmine en el sufrimiento.

No creas en el sufrimiento.
No creas en el alma.
No creas en la muerte.

Cree en ti y en este día que comienza ahora,
y ves a buscar la felicidad
porque la vida es placer
y la causa del placer es el deseo.

Bendita espina clavada en el corazón!

Cree por una vez en ti, inténtalo,
cree en ti y en este día por una vez,
cree en ti como nunca has creído,
pero no en tu pasado ni en tu futuro
ni en tu idea de ti mismo:
cree en tu corazón y en tu piel,
inténtalo,
cree en tu deseo,
pero no en lo que crees querer
si no en lo que verdaderamente necesitas,
cree en tu deseo profundo, interior, arcano,
mántico, numinoso, inconcebible
pero presente,
no como tantos falsos dioses,
cree en este día por una vez.

Cree en ti y en este día de hoy.
Cree en este día.
Cree en tu deseo,
no reprimas, no omitas, no desoigas, no maltrates,
sólo déjate fluir,
permítete fluir,
cree en ti y en este día de hoy.

Cree en este día.
Cree en tu deseo
porque el deseo
es la luz que nos guía hacia el placer.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

el pathito feo.

UNO

- Camarero, camarero....Hay una mosca en mi sopa...cámbieme de filósofo enseguida.

- Le recomiendo un parménides delicioso...¿marchando?

- Sí...marchando

DOS

- Camarero, camarero...Esta sopa tiene pocos átomos...échele un poco de Dios, poco

hecho.

- Ipso facto..voilà el salero de odios...¿marchando?

- Sí...caminando...

TRES

- Sopa, sopa...este camarero tiene poca mosca ¡ Aflicción!

- Blub, blub...Enseguida le traigo otro universo...¿marchando ?

- Sí...arreando...

CUATRO

- ¡Sopa, sopa! ¡Mosca, mosca! Hay un ojo moderno, sin pupila, rodando monstruoso por

la ciudad. Me está triturando el todo-lo-posible...¡Mosca!¡Sopa! ¡huyamos al papel!

- ( mosca y sopa en coro) ¡Allá vamos! ¡Los camareros y los niños primero!


....

jueves, 9 de septiembre de 2010

Salmo

Encontraré mi eje.

Encontraré mi eje
e identificaré mi materia primigenia.

Me situaré por fin
en mi eje
y conocere mi verdadera substancia.

Encontaré mi eje
y mi fluir será como el de las fuentes.

Y para ello
no hare nada, precísamente nada,
la cosa más difícil de hacer.

Volveré a mi eje
porque una vez
yo y mi alma
nos encontrábamos en el mismo sitio.

No se dónde está mi alma.
Es terrible. No es un poema.

Mi alma está perdida por alguna parte,
abandona mi cuerpo
y lo habita por horas a veces en las que creo despertar.

Estoy durmiendo. Prácticamente no existo.

Estoy durmiendo. Estoy durmiendo.
Y mi alma está perdida.
He perdido mi alma. He perdido mi alma.

Encontraré mi eje.

Encontraré mi eje
y conoceré mi ser verdadero.

Encontraré mi eje.
Encontraré mi ser verdadero.

No me jodas

La vida es bella, buena y fácil

para aquellos a quienes la vida

les ha resultado bella, fácil y buena.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

La gran paja

El animal narrativo, escenificador, representador, abstracto, imitativo, imaginador, delirante, inteligente, político, rutinario, inconcluso que es el hombre-esa cuerda tendida entre dos abismos-necesita de las artes para desarrollar su vida.
El hombre canta lo mismo que un gato se lame los bigotes. Los humanos representan y conocen, igual que las arañas tejen sus telas. Es nuestra naturaleza. Una naturaleza genética y aprendida.
El acto de la creación es un parto maravilloso. El acto de la creación, es una superación del sí-mismo. El acto de la creación es una reafirmación del individuo. El acto de la creación es el paso más allá del mono humano. El acto de la creación es para el artista la verdadera vida. El momento de cerrar un círculo, de completar una esfera, es la plenitud sublime para un cerrador de círculos, para un completador de esferas.
Por esto, a menudo, entre las más altas instancias de los círculos académicos, se ha utilizado el significado de "gran paja", en argot, para referirse a la historia universal de las artes. El término ha sido tildado de escandaloso y es de mal gusto utilizarlo.