domingo, 30 de mayo de 2010

X

Esta mañana me vengaré,
de mis ilusiones,
de mis creencias,
de mis vivencias,
pero no de mi mísmo.

Si me deshago de mis esperanzas
caminaré más ligero,
pues es pesado y tedioso
que un hombre arrastre el peso enorme
de sus esperanzas por toda la tierra.

Si me deshago de mis vivencias
descubriré que yo no soy
sólo las cosas que me han pasado,
ni soy la suma de cada uno de mis actos
ni el total de mis días vividos,
y descubriré el verdadero rostro
de la cosa que existe todo el tiempo.

Si me deshago de mis ilusiones
ya nunca confundiré
lo que me rodea con lo que necesito.
Necesito ver el camino
y sólo soy capaz
de contemplar mis esperanzas.

Pero esta mañana, por fin,
voy a comenzar a vengarme.
Lo primero: yo no tengo nombre.
Si me veis por la calle
no me llaméis
porque no me daré la vuelta.

Esta mañana, por fin,
me desharé de mis esperanzas.
Esta mañana, por fin,
ya no puedo mirar atrás
y contemplar el camino de desidia de mi vida,
porque yo ya no soy
la suma de cada uno de los días que viví.

Cuando consume mi venganza
(pactaré mi juramento con el viento)
cuando yo ya no me identifique
con mi vida,
entonces,
habré perdido para siempre el miedo a la muerte.

jueves, 27 de mayo de 2010


Historias del dojo. San.


Los Kata.


Hoy en día las artes marciales constituyen uno de los últimos canales de transmisión del conocimiento psicomotriz antiguo. Sin duda es similar, en este sentido, a las danzas tradicionales o a los oficios manuales, también al borde de la extinción. Los Kata son la máxima expresión de tal experiencia en las artes marciales. Cuando a un estudiante se le enseña una combinación de movimientos, cuyo número de pasos oscila entre 20 y 70, concentrando en cada uno de ellos todo tipo de golpes, blocajes, posiciones, giros, saltos y respiraciones, lo que en verdad está ocurriendo es un viaje en el tiempo: desde que algún maestro creó el Kata, tal vez cientos de años atrás, hasta el momento actual; y también, me atrevo a recordar, en el espacio: desde el antiguo imperio del Japón (o de China, o tal vez Corea, dependiendo del origen del arte en cuestión) hasta el lugar remoto donde pueda encontrarse el alumno. Para realizar tan asombroso viaje, dicha enseñanza no ha conocido libros, sino que ha utilizado como vehículo de existencia a innumerables cuerpos hasta llegar a instalarse en el último ser humano, el cual sigue sumando y del cual además se espera que, alcanzado un nivel adecuado, siga transmitiendo tan valioso conocimiento tal y como lo ha aprendido. No se puede negar que se trata de una experiencia bella y trascendente.


No obstante, a diferencia de la danza o de las artes de los oficios, los Kata se crearon con un objetivo muy claro: mejorar en el arte del combate. Son parte muy importante del entrenamiento, pero no deben ser considerados una finalidad en sí misma.


Para ilustrar esto podemos echar mano de una anécdota. Dos escuelas diferentes se presentaban a una competición europea de Katas. Una de ellas daba mayor importancia a la técnica, a la forma y al equilibrio. La otra entrenaba los Kata desarrollando el espíritu, la fuerza y la potencia. Los alumnos de la primera eran elegantes en ejecución, impecables en precisión y con un ritmo muy bien definido; sin embargo, resultaban a todas luces ineficaces desde un punto de vista marcial. Los otros, al contrario, rebosaban Kime (fuerza), golpeaban más duro incluso que en combate, aprovechando el hecho de que el aire no se lesiona, y llegaban a sudar hasta el punto de verse reflejado el rostro en el suelo; no obstante, hay que decirlo, a veces perdían el equilibrio durante una décima de segundo por exceso de potencia.


El tribunal, europeo como ya hemos dicho y, en consecuencia casi directa, más inclinado por la forma que por el fondo, se decantó por el primer grupo y repartió entre ellos las puntuaciones más altas. Aquella misma tarde, después de la ceremonia de entrega de premios, algunos jueces comentaban durante la cena que el grupo perteneciente a la primera escuela había demostrado mayor solidez y estabilidad en la ejecución de los Katas y por ello habían resultado mejor puntuados.


- Es normal que hayan demostrado la estabilidad de una roca -comentó un viejo maestro-. ¡Si apenas se han movido! Puede que hayan ganado el trofeo, pero han perdido la esencia.




Y ahora os dejo con un bonito Kata superior llamado Kanku. Kan significa 'mirada' o 'vista', y Ku, 'cielo' o 'vacío'. Este concepto se representa con el símbolo circular rojo que podéis ver abajo a la derecha. El Kata se llama así debido al movimiento del principio, que luego se repite una segunda vez, en el cual el practicante eleva sus manos juntado los dedos y mirando a través de ellos a la profundidad. En palabras clásicas:


"Levanta las manos al cielo. Que los dedos se toquen. Contempla el cielo a través del espacio que queda entre ellos. Tus manos unidas son el yin y el yang. ¿Ves el cielo?


Las puntas de tus dedos son la cúspide, la cima más alta. Tus muñecas son el poder, la fuerza. El centro es la infinidad, la profundidad en cuanto a conocimiento.


Dibújalo en tu mente y enciérralo en un círculo. Continuidad y movimiento.


Eso es el Kanku."


Este Kata al parecer surgió del contacto entre un diplomático chino experto en kenpo llamado Kung Shiang Chün y el maestro Sakugawa de Okinawa (el señor venerable de la imagen) a mediados del siglo XVIII, no conociéndose los detalles exactos.




BLUES PIBODI GYPSY "el retrechero"

PARTIDA DE POKER MELLADA

lunes, 24 de mayo de 2010

Baltasar Garzón

Queridos amigos del contubernio: como sabéis, no soy dado a escribir artículos políticos, odio lo que se llama “actualidad informativa”, odio los términos y el lenguaje que manejan los llamados “periodistas”, quienes, creo, deben su nombre al reembolso de un estipendio periódico.

Sin embargo, y en muy breves pinceladas, quiero hablar sobre “la significancia internacional” de la bochornosa destitución del Juez Baltasar Garzón.

Lo primero que quiero decir, es que, encima, para más inri, no es para mí, Garzón!, precísamente, un personaje al que admire: España es denunciada todos los años por torturas en los informes de amnistía internacional, España sigue siendo, hoy por hoy, “lorquiana”, trágica, ruda, fatal, y la tortura y el abuso de poder continúan siendo moneda de cambio habitual en nuestra sociedad, y ahí te quiero ver...

Garzón contribuyó a una monstruosidad tal como la prohibición de un partido político, con la excusa del terrorismo, para asestar un golpe definitivo a los independentistas vascos, y, en definitiva, para asentar el bipartidismo político en el país vasco al más puro estilo de la caza de brujas de Norteamérica, donde se tildó de criminal la peligrosa alternativa socialista y se aseguraron aquello famoso de “gane quien gane, ganaremos nosotros”.

No, queridos amigos, no pienso, ni mucho menos, que Baltasar Garzón sea un hombre perfecto, aunque quepa decir mucho sobre este tipo de acusaciones que contra él se vierten desde ciertos sectores de la izquierda trasnochada y auto-relegada, los del yo no voto, los del yo paso, los del “es que son todos iguales”. No sé con qué adjetivo calificaría a Garzón, pero desdeluego que no es “un carcelero”, esa es una visión muy simplista. No es un simple carcelero, tiene un papel mucho más relevante.

Ah! Los autoproclamados anarquistas cuyo número es el cero. Hacen cero. Luchan cero. Construyen cero. Eso si, ellos piden el diez. Pero ah! Como se le ocurra a alguien, a algún realista, llegar y hacer hasta el dos, hasta el cuatro y medio! A bocaos con su frente! Como el perro del hortelano. ¿Es el mundo sencillo? ¿Es elegir entre todo o nada lo único que se puede hacer? No se si habéis escuchado, seguro que sí, a mi me lo han dicho mucho cuando esgrimo mis utopías, eso de que la política es al arte de lo posible.

“La política es el arte de lo posible”. No hay nada que se construya sobre la nada, esa ilusión de quienes hemos soñado la destrucción completa y la reedificación. No tenéis más que ver cuál ha sido la evolución del cerebro humano, capa por capa: “lo nuevo se construye encima de lo viejo”. No hay nada que se construya sobre la nada. ¿Adivináis por dónde voy?

Si no oléis ya mi insoportable tufo a “teleología genética”, por no decir un término más fuerte, y, rogando que me disculpéis por entrar en un terreno tan pantanoso, me explicaré:

.-El planeta es un organismo.

.-Nosotros, los seres vivos, somos el medio para que la materia se conozca a sí misma.

.-La humanidad ha tenido dos fases: la tribu y la muerte de la tribu. Y la tercera fase, cuyo comienzo apenas estamos contemplando se llama: “creación de la tribu global”. El viaje humano, generación tras generación, tiene un único significado: pérdida y recuperación de la tribu.

Pues bien, una de las grandes cuestiones que se abordarán en los siglos venideros(si no queda todo bajo el hielo, lo cual sería delicioso) será la creación de una justicia internacional, imparcial e independiente. Una justicia que, tras mutuo acuerdo de todos los gobiernos, servirá para resolver, algún día, con luz, con taquígrafos, el gran problema al que se enfrenta la, siempre ingenua, filosofía del derecho: ¿Quién vigila al vigilante?

Ergo

en el nacimiento de esta conciencia universal de la tribu, este señor, el tal Baltasar, se ha convertido en un símbolo indiscutible. Y no es para menos. La detención de Augusto Pinochet hace unos años, fue un primer paso que se recordará en los libros de historia del futuro. Aquello no fue un gesto simbólico. Aquel suceso fue un primer intento. Y vendrán muchos.

La repercusión del caso Garzón va más allá de la ironía española, aquella por la cual, la única persona que ahora se va a sentar en el banquillo por todo lo ocurrido es un juez al que se le acusa de infringir la ley de amnistía del 77, quien lo único que pretende es que la gente pueda dar digna sepultura a sus familiares. Lo fuerte del caso no es que hayan sido La Falange y una asociación de ultraderecha quienes hayan sentado a Garzón en el banquillo, ni que esto sea la represalia por el caso Gurtel, todo esto son asuntos domésticos españoles, la importancia de la detención de Baltasar Garzón es otra:

La audiencia nacional de España ha suspendido de su cargo al primer juez del mundo que llegó a sentar, por primera vez, en el banquillo a un dictador.

Yo no sé que es lo que ven los españoles en Garzón, ni me importa, este es un pueblo de mala baba, lengua muy larga y mala memoria. Si que sé quien es Garzón para mucha gente en el mundo, en Chile, en Colombia, en Honduras, en Méjico, en Londres, en Brazil, y en la China:

“Garzón es un símbolo para todos aquellos que desean la justicia universal”


Sócrates-Coltrane.....................”Artículos pragmáticos



jueves, 20 de mayo de 2010

Historias del dojo. Ni.


La competición de Kyudo.


Como se sabe, las tradiciones en Japón son muy observadas. No cumplir a rajatabla los detalles de rituales y ceremonias está considerado una falta de respeto inexcusable. Fernando conocía esto muy bien. Sabía que las reglas en la ciudad de Osaka eran muy diferentes a las de Valladolid, donde se crió. Por ello había estudiado en profundidad todos los pasos que debía seguir en la competición de Kyudo, el arte del tiro con arco tradicional japonés. Como occidental, debía esforzarse más que los demás para causar buena impresión. Y así lo hizo. Cuando le llegó el turno, se posicionó en la marca de salida con el arco en la mano derecha y, en la izquierda, las dos flechas que debía lanzar, una entre los dedos índice y corazón, la otra entre el anular y el meñique, todo precisamente calculado. Saludó con una excelsa reverencia. Avanzó solemne las tres zancadas de rigor. Al llegar al punto exacto, volvió a saludar con una inclinación. Luego trazó una semicircunferencia de impecable geometría con el pie derecho; después, con el izquierdo, quedando las piernas abiertas y formando un ángulo recto con la lejana diana. Ya sin apartar la vista de su objetivo, tensó el arco con una de las flechas abriendo los brazos ampliamente, apuntó y disparó lo mejor que supo. Sin hacer el menor gesto emocional, y repitiendo los mismos movimientos, como un ser más mecánico que humano, apuntó con la segunda y disparó. Antes de abandonar la pista, volvió a saludar con una reverencia y se marchó sin mostrar la espalda a la diana. Porque la principal diferencia entre un deporte y un arte marcial, es que en este último jamás se le da la espalda al contrario.

Después le tocaba el turno a un viejo. Sin mayor protocolo que un escueto saludo, avanzó unos pasos y disparó con naturalidad sus dos flechas. Luego volvió a saludar sin mucha ceremonia y se marchó.

Fernando se sintió inquieto al presenciar tamaño atropello a la etiqueta del Kyudo. Un par de vagos saludos forzados parecían insultantes sin ejecutar el resto del ritual. Sin embargo, nadie del público ni de la organización dieron muestras de incomodidad. Sin poder contener la curiosidad, le pidió a alguien que se lo aclarase:

"Es noveno dan", le contestaron.



martes, 18 de mayo de 2010

Canción urinaria

Canción orinal
canción basurero
canción bastarda
canción huraña
canción alambre
canción manguera
canción batiscafo
canción ruiseñor
canción volátil
canción ingrávida
canción sutil
canción repetitiva
canción sumeria
canción desconcocida
canción infusa
canción araña
canción idiota
canción feliz
canción larga
canción sin fin
canción de barba
canción sin ti
canción sin alma

Ocurrió hace poco

Momentos Inolvidables... from Xavi Tello on Vimeo.



Para todos aquellos que no pudieron estar.
La contraseña es evidente.

sábado, 15 de mayo de 2010


El naúfrago perdió la esperanza, y la isla desierta se quedó vacía

Historias del dojo.



El maestro Tamura.

Se cuenta de Nobuyoshi Tamura, uno de los uchi-deshi (alumnos próximos) del fundador del arte marcial Aikido, que en una ocasión sufría unos terribles dolores de apendicitis. Los médicos le dijeron que debía operarse. Pero cuando le explicaron que para ello le rajarían el vientre, el maestro Tamura se negó.
Para un artista marcial japonés, en el vientre reside su energía vital. El cordón umbilical nos da la vida antes de nacer y, tras el alumbramiento, funciona como epicentro de nuestras energías corporales. Nuestro centro de gravedad está justo ahí, es el punto más pesado de nuestro cuerpo, y por eso es tan importante para un experto en movimientos marciales. Además, cuando aprendemos a manejar la respiración con el estómago somos capaces de una mayor concentración, tanto de fuerzas mentales como físicas, y desarrollar lo que los japoneses llaman kime (conclusión final de las diferentes fuerzas). Ante la insistencia de los médicos, Tamura contestó que él sólo se rajaba el vientre para hacerse seppuku, el suicidio ritual por desentrañamiento.
Tamura se sentó en un rincón de su casa a meditar. Durante días, sólo bebió agua. Después, pidió un poco de arroz hervido. Al poco le regresó el hambre y comió como un hombre sano. Más tarde los dolores remitieron totalmente.
La gente comentó que el maestro Tamura se había servido de alguna sabiduría secreta para curarse. Interrogado sobre este punto, el maestro respondió: "En absoluto. Me senté para dejarme morir."
Nacido en 1933, hoy en día el maestro Tamura sigue disfrutando de su vida.

jueves, 13 de mayo de 2010

Comienza la revolución??



en palabras de Fer: hoy somos más griegos que ayer... pero menos que mañana...

martes, 11 de mayo de 2010

BIENVENIDO AL CLUB

TANGO PARA LO NEGRO

Está madurando en mí
Germina
Engorda
Se amamanta con mi insomnio y con la escasa piel de mi cara
Me chupa la cojera, el cáncamo, la estaca
Hasta ser otro
o alguien que se parece a mí pero que no soy yo
Entonces pasea por mi mente
coquetea con mis escuálidas razones
Planteando crímenes brillantes



Con fidelidad de sombra
con acústica de candelabro
con ternura de muñón

Y se fabrica una madriguera en mi vientre
Y me habita
Y me sumerge de nombre
Deslizándose entre mis dedos
como lamiendo mis huesos
que no son otra cosa que un límite impreciso de su patria

Macerando esa digestión suburbial que es el hombre
para el escarnio
Cobijando mi enfermedad perenne y la maldita ciudad
que es el monstruo
y una misma cosa

La caricia de su paciencia
sobando el lomo
de mis ojos abiertos
Y esa procesión con la que mis días
trabajan esa perforación de amoniaco
enterrados en las antiguas pupilas de mi madre

Me crece por dentro
Expandiendo sus alas
Me trepa
Me arrulla
Con mansedumbre de comparsa viciada
Con sigilo de escopeta cargada
Me fríe los sueños a la cara
Los roe
Los acicala
Los mastica


Hasta deformarme
Muy de a poco
Perfilando eso que la palabra hace con mi calavera
Me cubre con arrugas
Con cicatrices
Con veleidades
de sótano
y textura de anticuario
y otros matices que no enumero


Me circunda
Esbozando eso que fui:

El parco espectro de una callada luz
La cadencia de un final previsible y viscoso
Cuando de lejos
se apaga
mi infancia se enciende
construyendo
por donde no soy
su obra

Todos los objetos me hablan de mismo objeto

Abriéndose camino entre mis carnes
Surcándome con su punzón sigiloso
Todo amor
Y suero afilado
Alcohol
derramado
Sincero, tardío y duro en la garganta
Patíbulo
Puño apretado
A la laringe de un espasmo
Como estertor ilegítimo
Como ascensor íntimo
como álgebra arcaica y asilo de dioses

Se enrosca en mis recodos
Y me brota
Y bebiendo de mis llantos
se humedece
conmigo
cuando me acuesto en la cavidad
de una ausencia
ya como sueño
o estación penúltima
Soy un desperdicio de sus fines
Una marioneta de sus actos
Un medio para que la vida se divierta
Con mis ritmos desquiciados
de espontaneidad y torpeza

Y abre sus pétalos cuando las articulaciones
de mi verde tugurio crujen
O pierden la oscura soltura
Esgrimiendo ninguna responsabilidad


De ayer
me olvida
No yo
quien escribe
sino ella
que me ignora
Cuando me abandona en un sofá como un trasto
o me atusa los cabellos cuando vamos al cine

Me tiene siempre presente
aunque sale, pasea y habla con otros
Cuando yo estoy


Se acuesta en la cama de alguien
Y lo toca
Con mis dedos
Pero yo me he ido
A otro lugar sin ti

Como quien toca la sequía
O la dulce sangre estremecida
de un esqueleto aparecido
en mitad de un descampado


Pero subyace
Y apunta
Transcribiendo mis pasos
mis pesos
mis poses

Cincelando una trama carente
Y tonta
Que me dicta
Y urde
a las espaldas
Que me sacude y me arropa
Que me susurra
y me espía
bajo la almohada

Susurrando el perfil de las horas
Se enrosca a mi insensata sed de ser
Se oculta tras mi lengua
Se sostiene en la punta de mis ojos

Y con ese equilibrio casi primaveral
cuando mira a los otros con mis ojos
A través de mis ojos
Hasta hacerlos suyos
Propios
Inmersos en lo ajeno
y perseverante
que es la fiebre lúcida
y perfecta para un cadáver habitado

Cuando el vértice es agudo
Y la calma insondable

Hasta convertirme en su pereza
en su acierto
en su apetito
Ese lastre de ser una cadencia sonora
en el lunático abandono de la esfera
Una condena pegadiza y murmurante
una presencia intrusa
en mi propio cuerpo
Soy

Debajo de mi pecho
Cuando duermo
y
se cocina un suculento plato con mi adicción

Calabozo circular
Cuando me sueña
Suyo

Y arde hasta reducirme a un pálpito
A un impulso incierto
A un despojo de aire
Una porción de eternidades acotadas
en una cucharilla

De ardiente y callada espera
Hasta reducirme a una línea

A un surco

De ceguera
De ceniza
De olvido

Por qué España necesita a Sudamérica.

El señor Juan Hernández está sentado en un banco, cerca de su casa, en el Clot de Barcelona. Su mente trata de buscar una explicación a un error de apreciación inexcusable: ayer una señora lo confundió con un japonés. Juan Hernández puede llegar a entender que los españoles no distingan entre bolivianos, ecuatorianos y peruanos, cosa que él puede hacer a simple vista sin necesidad de escuchar su acento. Le cuesta más comprender que no sean capaces de distinguir a los chilenos o a los venezolanos, con lo diferentes que son del resto de sudamericanos. Pero que le confundan a él con un japonés… a él, un hijo legítimo de la selva tropical… es comparable a pensar que la leche mana de los árboles o que a los niños los trae la cigüeña. Es un comentario de alguien muy corto de vista que, en consecuencia, vive en su propia realidad y desconoce todo lo de más allá; cosa respetable, sin duda, pero desacredita cualquier pronunciamiento, sea de acción o de opinión, que trascienda tan angosta realidad. En términos físicos, a las manifestaciones de este tipo se las agrupa en un concepto denominado ruido. Por encima del ruido, están las señales.

En el banco de al lado sucede una escena que lo estremece profundamente; una señal, sin duda, que se eleva distintiva y cargada de significado. Un señor se haya sentado leyendo un periódico. De pronto, otro que se acerca caminando lo saluda con alegría y efusividad. El señor que se haya sentado responde “¿De qué le conozco a usted?”, con tanta frialdad que la persona antes alegre y vivaracha se convierte en un ser azorado y balbuceante. Al son del sonrojo, le cuenta quién es y a qué se dedica, el porqué de su saludo, que el motivo de su confusión se debe a un desafortunado parecido casual y, antes de marcharse, muestra una retahíla de disculpas y signos de sumisión. El señor del banco no parece sentirse satisfecho y aún conserva un mohín de desprecio cuando el otro desaparece de su vista. Las señales, como se ve, pueden ser incluso más dañinas que el simplemente molesto ruido, y ahí es exactamente cuando las esperanzas se desvanecen.

Juan Hernández no da crédito a sus ojos, esos ojos avezados capaces de escudriñar en derredor o de atravesar océanos de tiempo y de distancia. “¡Ha tenido que disculparse por saludar!”, piensa. “¡Qué difícil es hacer amigos en este país! ¿Cómo no vamos a encerrarnos en eso que los políticos llaman guetos? En mi tierra, conversar con otro es de lo más natural. Saludarse, un motivo de celebración incluso entre desconocidos. Pero aquí hablarse es tabú, por no mencionar el contacto físico, parte indispensable del lenguaje según nuestra cultura. Ni siquiera los padres de la novia de mi hijo quieren conocerme, ni a mí ni a mi esposa, y nos miran con desconfianza cuando llevamos a la joven pareja en coche hasta su casa. Los amigos de mis hijos se extrañan, cuando vienen a recogerlos a mi casa, de que les invite a pasar y les ofrezca alguna bebida y un poco de conversación, y les noto incómodos al tratar con otra generación, por falta de costumbre, seguramente, a la hora de desplegar diferentes roles sociales o de interesarse por las cosas distintas a lo ya conocido. Mis vecinos no han aceptado mis invitaciones para comer y tampoco ellos me han propuesto nunca algo que hacer juntos, salvo las infames y deprimentes reuniones de escalera. Noto una enorme distancia incluso al compartir el ascensor con ellos. La policía nos echa de los parques en los que intentamos llevar a cabo nuestros juegos: los campeonatos de fútbol, las carreras de sacos, el poste engrasado, la moneda en la sartén, las carreras de carretillas… Tampoco se nos permite cocinar ni beber ni reunirnos en público. Aquí los niños no tienen donde jugar ni relacionarse con los demás. ¿Habrá algo más triste que un padre solitario mirando jugar a su hijo solitario en unos columpios urbanos? Hay un enorme retraso social en esta sociedad, sólo avanzada en comodidades y frivolidades. Creo que teniendo tanta fraternidad con América y con África, tomar como modelos sociales las culturas europeas (anglosajona, nórdica, germana… y estadounidense, por extensión) ha conllevado, como poco, a la defenestración atropellada y absoluta de los valores de sociedad humanos. España, de cara a Europa, da la espalda a la verdadera vida, y aún tiene que disculparse, como el señor que saluda por error, y demostrar sus ganas de hacerlo mejor en el futuro. ¿Mejor en qué? Esta gente no tiene dignidad”, concluye.

Después, su mirada viaja lejos, más allá de análisis social, desde la razón hasta el sentimiento puro de la añoranza:

“Cuando regrese a mi país, habrá tantas personas en el aeropuerto que coparán la sala de espera y tendrán que echarse en el suelo afuera, al aire libre o como puedan. De camino a mi pueblo seremos una caravana de al menos veinte coches, y allí mataremos un cerdo y vendrán todos a celebrarlo. Cortaremos las calles y organizaremos juegos hasta que se acabe todo, la comida, la bebida y las energías que nos da la madre Tierra. Y después de la celebración, habrá también tiempo para los asuntos de gravedad. Todas las familias juntas resolveremos los problemas, porque cada uno de nosotros funciona como un nodo de unión entre muchas otras personas, y de alguna manera, todos somos responsables de todos. Y si alguien se mete con alguno de nosotros, será mejor, por su vida, que corra.”

Extrañas Enfermedades del Contubernio



DIPSOMANÍA: BEBER SIN CONTROL


Se trata de una forma particular de alcoholismo en la que se alternan períodos de abstinencia prolongados con otros en los que el consumo excesivo de bebidas embriagantes ocurre de manera incontrolable. Suele relacionarse con accidentes y actos de violencia, por lo que representa un riesgo notable para quien la padece.

A Nerea

sábado, 8 de mayo de 2010

ORATORIO PARA UNA CËLULA SEXUAL

Y todo aquel que quiera
podrá asistir a mi cáscara
cuando el aire me pueble
y sea una cámara de veneno mi carne


Y mi mueca de cera apunte hacia el sol
con su vértice de abandono
y musgo

Y todo aquel que quiera podrá
asistir a su funeral
afilando antes su perfil
con la corroida llave

hasta convertirse en una acuciante ausencia
en las últimas habitaciones de la carroña

Hundanse en la palabra
sean muebles en los domicilios familiares

Y el viento silbe mi nombre
y la locura corone su cumbre

Porque todo aquel que quiera
podrá arrancarse los zapatos
y estirar de los cabellos mis poemas


Correr con las manos crispadas
de aves y puños de tierra abierta

recintando de memoria
el trayecto de las noches

Sarcófago de vertebras
festín de gusanos
criatura repelente
y viscosa
congelada en las fauces de la última fotografía de la vida

Heredando el océano primitivo
y la madera

Me entrego al cero
verdadero útero
de la nada

como premio
y entrega
a mis fines


Furcias
Rameras
el pordiosero ladrón de cadáveres
os invoca

Compren un terreno de cielo
depositando antes una moneda
por mi estampa
para que tiemble como una llama
la amistad de nuestros cirios

y cuando nuestros callados pasos
emitan la oquedad
húmeda de nuestros recintos impalpables

chocaremos nuestras copas en lo alto de los árboles
en lo alto de las antenas y la barbarie

Frágiles serán nuestros huesos
y el viento
y la palabra vencida caerán en la honda mucosidad de lo errante

Anteriores al infierno
nuestras carcajadas
emiten un puro temblor de témpano
para que así
llegado el día
nuestras toses palpen la piedra vieja

y besemos por fin
al sapo en los labios
y en la espalda

heredando el reino de los ciegos.

viernes, 7 de mayo de 2010

La primera sensación de libertad


Entran cuatro niños y dos niñas de entre 5 a 7 años en un tranvía.
Se sientan en los asientos y cuando comienza su marcha uno de ellos dice gritando:
¡ Yuju¡¡ ¡¡ Aquí no hay cinturones¡ no nos han atado¡¡

miércoles, 5 de mayo de 2010

ÍNDICE ALFABÉTICO

El sultán acabó perdiendo el juicio. Una mañana dictaminó a los arquitectos de la Corte:

- Deseo que levantéis un palacio con todas las palabras que componen la memoria. Sólo cuando hayáis terminado, tendréis derecho a despertarme.

Pronunciadas sus palabras, penetró en la cámara y se acostó sobre su lecho imperial. Y dicen, que aún hoy continúa durmiendo.

PISCINA MUNICIPAL



El poema esta callado en las venas del tiempo.

El poema deshidratado por las suelas y todas las botellas verdes del apartamento.

El mismo poema estremecido tras las puertas que permanecen dormidas en los suburbios de la carne y en la nuca de los laberintos.

Encallado en la sangre de las mismas calles vacías.

Como un reverso de la huella, como una caricia caliente y remota, que estrangula la urgencia de soñar.

Sumergido en el cielo eléctrico y frío de los hombres que tapan sus rostros con mantas

contra el amanecer.

Cuando cae, hacia lo hondo de la piel como una caricia desgarradora, el aire.

En las máscaras de la mentira y en la certidumbre de los susurros y los vegetales

que nos alimentan con su generosa entrega infinitesimal.


Al lado del viento.


De todos esos ganchos de los que cuelgan nuestras mascotas desangradas de aplaudir el grácil movimiento del matadero.

Como un péndulo hipnótico

suenan las alarmas, los dispositivos magnéticos, las antenas, los telefonillos, los timbres.

Y no sucede.


El poema esta silenciado y la palabra duerme y se ha extraviado.

El poema agazapado como un animal humillado y oscuro en las cuevas de la mente.

Y los hombres juegan fuera de la vida como si la vida fuese vida al otro lado de la muerte.

Se ha perdido la sustancia. Pero nos queda el polvo y nuestro amor, y el lento recuerdo de nuestros besos bajo tierra. Y eso que los hombres tratan de hacer con los brazos cuando caminan dormidos por las avenidas. El viento, las migas de pan, el lento vascular de los desperdicios y los engranajes oxidados de las bicicletas.


Pero basta golpearse la rodilla con el pico de un ave de madera.

Rebuscar con los ojos masticados en los contenedores de la aurora.

Abotonarse la chaqueta frente a un puntual espejo.

Enchufar el precio de nuestro acoso a la etiqueta de los huesos que navegan por el recinto de lo imponderable, asumiendo en todo momento nuestra cadencia de hoja, de navío, de arena.

Para volver a masticar las piedras con la sacrílega cita de las costumbres.

Basta respirar

para darse cuenta de que el ímpetu de nuestro trazo es un fugaz intervalo de la nada que nos habita.

Y entonces brota su alarido

Retumban sus goznes y nos amenaza su salvaje distorsión de otredad.

Porque somos una partícula torpe, una habitación que la muerte escarba en el paraíso con las uñas.

Entonces nos atraviesa por fin la pupila con la espina de un pez averiado.

Para así taparnos cuando el cielo se apaga y hundirnos en su adorable desolación.

Taparnos con tierra

Para no querer despertar ya nunca y permanecer separados por el humo y las intersecciones que la demencia establece sobre el plano.

Para agrietar la piel y conocer el sabor de la herrumbre,

y comprar un billete que nos conduzca hasta el límite de lo que no es noche.

Y ejecutar con maestría el cómico rito de los tanatorios.

Para arder agazapados bajo el paladar de los senderos.

Y odiar los mapas y girar en círculos. Mecanografiando el curriculum de cada devenir, de cada esquina, y bailar las absurdas melodías de todos los teléfonos móviles que nos conducen otra vez al poema.

A la oquedad.

A esa voz de nadie.

Y siempre el poema.

Aporreando nuestro corazón asfixiado. Protegido por la calculada hipertrofia de tabiques y diotrias oceánicas.

Y buscar del mundo un refugio, un arma, una excusa, un traje del mundo desde el que contemplar la nada y callar.

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