miércoles, 3 de noviembre de 2010

Crónica de un fumador imposible o nosotros también sabemos perder

Nosotros también sabemos teclear
con los dedos carbonizados de las pajarerías

Conocemos el arte de la colleja
y las perspectivas que traza la alcantarilla cuando te succiona la cordura
del alma con su embudo de funcionario y su cartabón de cálida orina

Nosotros sabemos golpear sin rostro el tamiz de las campanas
y vestirnos de luces
y meternos el cuerno

Roto
entre las entrañas de los pianos húmedos
y los sauces de mármol que aporrean los parkings de los centros comerciales
y las esbeltas escalinatas
carcomidas por el veneno de la democracia

Es el alto precio de los poemas financieros
Es el alto precio de las escopetas de feria
Es el alto precio de las chisteras sin fondo


Nosotros también sabemos apurar amaneceres
para después apagarlos en las mejillas de los calendarios

Nosotros también sabemos torcer la mueca

Si

El mundo gira caliente
y nuestra palabra pelea por un cepo de oxígeno
Al final de la emboscada
encontrarás un cuadrilatero con la exacta forma de tu rostro


Nosotros también sabemos llorar

el epicentro de las tragedias de plástico y colorete
está lleno de nuestra siniestra amargura

Amarga máscara de los escenarios
Sincera entrega de los filetes crudos


Pero no te asustes
también conocemos el color rosa
y la mediocridad de las citas
y el trasero de los cerdos que adoran la pitagórica gracia de las perlas
que caen del cielo huntadas con estiercol divino


Calculamos pérdidas y beneficios
con nuestros propios dedos
sin necesidad de sauces ni volcanes ni sostenes

No necesitamos el triunfo del trigo
ni la fuerza de la madreselva para despertar
podemos despertar rodeados de miseria
un día cualquiera

sin trinos sin parques sin hojas ni caricias en rama

con el olor de la gasolina solo
penetrando nuestra carne
solitaria curva de presidio
clavada a la nuca de la carne

La soledad del hombre pendiendo de un hilo


Y el hombre-hueso recitando salmos y libros
donde las letras son lascivos gusanos

En el catre estrecho de los susurros
Hay un hueco en la madrugada
que se parece a tu percha

Catre de calleja y navaja
Catre de consejo paternal y pañal generoso

Piso de vieja embalsamada
paredes empapeladas por faroles abrasados
y yemas carnívoras tocando el crucifijo de plomo

Libertad pactada posando en el nido del ministerio de la guerra
y el canto del grillo mecánico
y el huevo peludo chillando
y la cabra estelar de los esqueletos de las niñas
que amasan marfil para las teclas de tu piano chino

Oh tocas tan bien las nalgas de los recintos prohibidos

Escurriendo el bulto
y tapando los ojos de la cartografía con los dientes

Señalando la copa de los ahogados
Señalando la boca de los asesinos
con el párpado forrado de silencio pegajoso y lluvia de fuel
penetrante

La calle esta quieta parada y fría

La calle esta quieta
en tu boca inerte

Un animal disecado en la óptica de la caligrafía

parece la piel siniestra de un lagarto aplastado por la velocidad
de tu sonrisa hueca

Y estás ausente
la verdad es que estás ausente cuando callas cuando conduces cuando comes cuando siempre
la realidad esta en otro sitio

porque la calle esta quieta parada
sobre tu boca inerte

Por eso conocemos tan bien el olor que desprenden los prostíbulos en enero
y en marzo
si nuestros calcetines están trabajados por el aguarrás de los cines
y las colas de los fornicaderos acotados por nuestra juventud vendida
a las productoras de eficientes conductas teledirigidas

Corriente alterna
para el matadero y para el aliento de los que madrugan
hasta confundir el azúcar de los polvos con el cruzar de los muelles hacia el final de la noche

y sus cadáveres silenciosos flotando en el gélido río de tus retinas

Despacio

como una magistral película japonesa

destilando veneno en la sangre de un suicida

Donde los bares y los seres son porciones particulares de la carroña
interferencias de la esquina violada por la suerte
amparada por el naufragio

Pero nosotros
que hemos guardado nuestro número en la cola del paro
que hemos guardado en silencio lo que pensamos de tu padre

ya no tenemos boca

hemos vendido todos nuestros dientes
en las sucursales de la primavera occidental

y el cenicero de los cobardes latidos ha devorado nuestra ignorancia
hasta confundirla con la fuerza del cemento y la ley de la cloaca

Hasta perder de vista el poder

bajo la pura ley de la rutina psíquica y el aislamiento
prematuro de los que mueren bajo las sábanas
Soñando los sueños de otro

La ley del ascensor y el gatillo corto
La ley de los aspersores y la pasta dentífrica
La crema de manos y el neceser imprescindible
El pintalabios y el sudoku
La cartilla y el lápiz de ojos

La ley de la peluquería y el gramófono perfecto
La calidad de la imagen y la nitidez de su trampa

Hasta definir al hombre perfecto

Hasta definir la mujer perfecta

Y vomitar

Hasta elucubrar réplicas que celebren los buenos días en el interior de los ascensores
que como vagones de exterminio postindustrial
consuman el gas necesario para parpadear
hasta alcanzar el tercer o el cuarto crimen de un horror arquitectónico

y el alto perfume de los calabozos de estaño
y las pulseras de reloj inmanente
hipnotizando las ociosas pupilas


Hasta conseguir que los ojos se encuentren por el suelo
sin encontrar otra labor que la de husmear
un hueso que llevarse a la cama


Somos escombro
lamemos heridas

porque el escombro esta perdido en el escombro de la vida
y la piel de las cucurachas es parecida a la trama de la danza y las latas refrescantes del paraíso
se esconden tras las esquinas
y giran y se abren ante el resplandor de una moneda

Porque Walt Whitman se fue
Niños
Partió
lejos con su brillante barba cargada de sueños inocentes y mariposas
Las duras verdades reventaron convertidas en confetti y semillas
de resplandor
ante su inevitable partida

Ahora
Dile a tu madre que venga
que no quiero verla llorar
sobre tu pijama de felpa

Ahora
Dile a tu madre que venga
que no quiero que vea
en que acabó todo su sacrificio

En qué quedaron sus puños y las bombas de átomo y las televisiones
guiando el pulso cerrado de los monos ciegos que piden carbón en lugar de cacahuetes

De los pezones manchados de aceite
ahora las uvas celebradas de la ceguera
que surgen con maletas de perdición y ginebra de palo largo
para intervenir en las tramas del porvenir y los agujeros de boda muy hondos

Los diplomas y los aullidos hundidos en la ciénaga de las aulas
del crematorio
y las faldas de las secretarias que firman linchamientos municipales
para esconder entre sus piernas hocicos de feto y caballos podridos
de noria

Sillas eléctricas reproducciones populares autoretratos de clientes huntados con mantequilla y frambuesa de felicidad anestesiada concursando por un adosado en el infierno

Estamos friendo la carne fresca de las amapolas
sobre las espaldas de los niños vivos

Aplaudir
Hasta que os salgan llagas en las manos

Aplaudir
Hasta que os salgan ampollas en las manos

Al aire le llega una columna negra de aire viciado
es la colonia del bingo
la intriga de los casinos
la columna vertebral de los negocios
donde la panza de los corruptos estertores se llenan de silencio y nicotina

El silencio pactado se come la hierba de los niños y los potros
amanecen muertos


Nos estamos comiendo muerta la lección de anatomía y las estrellas del presidio vigilado
nos acarician los tobillos con sus escuetos anuncios publicitarios


Después nos incorporamos al trafico de la circunferencia
y nos despedimos con un breve beso cargado de pólvora
y etanol

Tenemos las espaldas llenas de puñales

Hasta nunca
mundo

Fue bonito

pasear sobre tu tos y entre los bronquios de tu cementerio
escribiré
la poesía que se meten los yonquis en los baños del cielo
esa que se le queda a tu suegra entre los dientes cuando acaba de follar

devorada por las coces sin escrúpulos del vello inerte
que crece en las hemerotecas de lo maravilloso

en la moral del marisco
en la ética del ganado vacuno

En la copa de tinta derramada

Sobre la cicatriz de las bicicletas
he olvidado los veranos prendidos de tu pelo

Porque yo también sé olvidar

Los camiones de morralla y vertedero nos cosen cremalleras en la frente
Y el pelo de los macacos se curva al llegar el invierno
como farolillos rojos habitados por deseos leves

El cuello de mierda
hundido
hasta
la horca
de los apellidos y los diplomas disecados en las paredes del amor funesto
y la ropa tendida para siempre de mis brazos


La pintura esta en la calle muriéndose de frío

De frío


Del amor arrancado a los pétalos de cristal
y las burbujas de sexo
y el cloroformo de las oficinas
y el pomo de los melocotones agrietados

y las cámaras succionando el misterio de los jazmines
y la tremenda puñalada de las rosas encendidas
bajo la ecuación errante de los tiburones crispados
que buscan alcanzar los teoremas de la mandrágora

y la balística de las horas
y los minutos
escondiendo segundos en los cuernos de la aurora

que llevo encogido bajo el jardín de las estatuas llameantes

Mi garganta es el tugurio de un crimen
que se crispa como la cresta de un gallo bajo el guante de la luna

Matadero

Cóseme los pies a mi destino
y déjame fumar al borde del despeñadero

Sin dignidad sin mi
Sin ti
Sin alcohol
sin tabaco

Déjame arrancarme los grilletes de lavanda
y mojar mis labios en las servilletas del martirio

Quiero penetrar el yunque
con mis ojos de cuchillo

Picas destrozadas en el puño del trébol y la suerte
Diamantes robados de las mismas fauces amarillas

La realidad como un perro borracho y puntual
persiguiendo el teléfono del demonio a puntellones y duras entradas

y el silencio de los pájaros embrujando las aristas de las calaveras

persiguiendo
el rabo negro de la locura
estampados
contra el muro eléctrico de las libertades

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