miércoles, 7 de abril de 2010

Los límites del bien

Dentro del volcán los feligreses acaban su rito satánico. El magma se encargó hace un tiempo de carbonizar el último de los llantos. Niños recien nacidos que no terminaron un sólo dia. Restos humanos de autosacrificios esparcidos por todo el recinto.

Regreso a la pagoda entre multitudes de anti-creyentes. El calor, la luna creciente que decora el cielo esta noche, las miradas esquivas de los encapuchados... Algo me inquieta y no sé que es.

Me dedico a hacer el mal a todas horas. Lo juro. Dejo a deber una cuenta en una panadería la cual nunca saldaré. Me cuelo en el metro. No doy los buenos días cuandro entro a algún sitio. Me niego a separar la basura para reciclar desde que han puesto contenerdores bajo de mi casa y tiro los papeles al suelo cuando tengo oportunidad. Y, por supuesto, no voy a votar. Las cacas que deja mi perro nunca las recojo y cuando veo a una ancianita cruzar la carretera yo también lo hago con la finalidad de convertirme en un obstáculo para ella en lugar de ayudarla.

Soy un ser abominable que nunca da las gracias ni pide las cosas por favor.

Con todo, me siento inquieto cuando acudo a los sacrificios humanos cada sabath.

Y no sé qué es.

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