viernes, 29 de octubre de 2010

El hallador de tesoros desapercibidos

Este es un oficio reservado tan sólo a unas pocas personas. Muy al contrario de lo que se ha dicho siempre, los tesoros desapercibidos pocas veces son descubiertos por casualidad. Existe una lucha contra la realidad, una pulsión interna, un instinto de escudriñar girando el haz y envés de la gran hoja.
Casi puede decirse que el hallazgo de un tesoro desapercibido y no otro, es una consecuencia directa de la actitud o del espíritu del hallador. No es lo mismo un hallador de tesoros que un buscador de tesoros; el de buscador de tesoros desapercibidos es un oficio menor, del que no se hablará en este manual. En realidad ningún buscador de tesoros desapercibidos encontrará jamás tesoro alguno.
Los halladores de tesoros desapercibidos no buscan encontrarse con los tesoros que encuentran, simplemente pueden verlos. No persiguen la iluminación sino que la luz les invade. No pretenden la poesía, la rezuman sin quererlo. No buscan provocar el deseo: desean. No son creadores de una obra, su obra también les es indiferente, son, ante todo, creadores de una capacidad.
Tienen la capacidad de advertir realidades desapercibidas quieran o no, les guste o no, pretendan o no dedicarse a este oficio; para el cual no es necesario, como tanto se ha dicho, el don de la clarividencia ni el beneficio de la erudición.
Sólo son visionarios para con aquel trozo del tapiz que les corresponde. Los tesoros desapercibidos no se encuentran en ningún lugar, en un cofre, por ejemplo. Ningún baúl bajo el mar. Ninguna cueva. Los tesoros desapercibidos suelen encontarse en todas partes a la vez y suelen ser visibles para todo el mundo y, sin embargo nadie reparará en ellos hasta que su hallador aparezca. Los tesoros desapercibidos ocupan el espacio del mundo ordinario, se encuentran escritos en la realidad cotidiana e inmediata.
Sin duda ninguna el hallazgo de los tesoros desapercibidos es, más que un oficio, una vocación; y ni siquiera, puesto que tampoco es algo que pueda decidir el hallador: territorio de lo que simplemente ocurre, pura fenomenología del mundo, tal vez, destino.

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