domingo, 31 de octubre de 2010

Ristra de ojos

En ese intervalo de incertidumbres que las caladas y los tristes paseos otorgan. En las estaciones de metro o en las periféricas cafeterías del ensayo, abrimos de nuevo, nuestra tienda de asombrosos encuentros. "Polvo de tiempo, extracto de noche, tintura de sueño, jarabe de vislumbre, gotas negras de armadura y pétalo de errancia". Entre los coches que atraviesan la ciudad y las calles intransitadas que buscan su orden precario, la mugre de la memoria nos desdibuja un trayecto alrededor de nuestra atenta mirada perdida y sobre láminas de cuchillo y aire, la noche se puebla de voces inatendidas.
Vagamos entre los hombres de la noche infinita.
Armados de copa, traje y humo.

Con las prestadas pupilas encendidas de oscuridad y tugurio.

Escuchando el crujido de las cosas deshacerse. Descomponerse en fragmentos de juego inacabado.
Hambriento de geometrías complejas. Acuciantes incordios de razón derruida y plomo cabal. Envanecidas travesías de repetición y sordera engarzan la sangre de ese tiempo que no habita en los relojes y que concede el mayor de los privilegios.

Camina ahora por las sábanas del precipicio forastero.

Erizando el plano.
Curvando la elipsis de nuestra vanidosa veleidad.
Porque en el fondo de cada palabra, el hombre encuentra un misterio último.
Una porción de verdad. Una región de experiencia no asimilada.
Una agresión que no le pertenece pero que le toca la cara. Esa cara oculta donde la resonancia de lo que no es hueso ni caja magnética ni lógica ni esfuerzo aplazado muestra su campo de acción ultrajado.
Ese terror seguro y próximo que se parece a un corazón visto desde lejos.

y que se vuelve presencia

cuando las palabras que duermen en el interior de un diccionario de bolsillo no son cadáveres ni señales luminosas que la tierra emite mientras dormimos la vida, sino que pulsa teclas que nos acercan al delgado límite donde las palabras se confunden con las traqueas, brotan de los jardines encefálicos, son la promesa de una aberrante proximidad que es nuestra, porque nos amenaza con sigilo de sombra. Nos permite cruzar los puentes mentales de la campana y la obscena residencia de lo pensado. Con la presunción de culpable tallamos el delito hasta conformar los crímenes imprecisos de una máscara. Que un día acabará coincidiendo punto por punto con la cara de un muerto. Con la resonancia del metal cubierta de musgo y orilla. La fecunda transparencia de los terrores innatos que son nuestros latidos dentro del laberinto, cuando huir es tarde o vano, cuando latir es una impostura o un quebranto, dentro de la vacuidad esbozada.

viernes, 29 de octubre de 2010

El hallador de tesoros desapercibidos

Este es un oficio reservado tan sólo a unas pocas personas. Muy al contrario de lo que se ha dicho siempre, los tesoros desapercibidos pocas veces son descubiertos por casualidad. Existe una lucha contra la realidad, una pulsión interna, un instinto de escudriñar girando el haz y envés de la gran hoja.
Casi puede decirse que el hallazgo de un tesoro desapercibido y no otro, es una consecuencia directa de la actitud o del espíritu del hallador. No es lo mismo un hallador de tesoros que un buscador de tesoros; el de buscador de tesoros desapercibidos es un oficio menor, del que no se hablará en este manual. En realidad ningún buscador de tesoros desapercibidos encontrará jamás tesoro alguno.
Los halladores de tesoros desapercibidos no buscan encontrarse con los tesoros que encuentran, simplemente pueden verlos. No persiguen la iluminación sino que la luz les invade. No pretenden la poesía, la rezuman sin quererlo. No buscan provocar el deseo: desean. No son creadores de una obra, su obra también les es indiferente, son, ante todo, creadores de una capacidad.
Tienen la capacidad de advertir realidades desapercibidas quieran o no, les guste o no, pretendan o no dedicarse a este oficio; para el cual no es necesario, como tanto se ha dicho, el don de la clarividencia ni el beneficio de la erudición.
Sólo son visionarios para con aquel trozo del tapiz que les corresponde. Los tesoros desapercibidos no se encuentran en ningún lugar, en un cofre, por ejemplo. Ningún baúl bajo el mar. Ninguna cueva. Los tesoros desapercibidos suelen encontarse en todas partes a la vez y suelen ser visibles para todo el mundo y, sin embargo nadie reparará en ellos hasta que su hallador aparezca. Los tesoros desapercibidos ocupan el espacio del mundo ordinario, se encuentran escritos en la realidad cotidiana e inmediata.
Sin duda ninguna el hallazgo de los tesoros desapercibidos es, más que un oficio, una vocación; y ni siquiera, puesto que tampoco es algo que pueda decidir el hallador: territorio de lo que simplemente ocurre, pura fenomenología del mundo, tal vez, destino.

Pasa el tiempo

miércoles, 27 de octubre de 2010

domingo, 24 de octubre de 2010

Ego Laudationis

La consulta del doctor K. estaba situada en una de las mejores calles de Boston, Apriorisme Avenniu, por donde las mujeres de la alta sociedad lucían sus pamelas los domingos, con abundantes cafés donde los hombres de negocios leían en los periódicos las últimas noticias sobre la guerra en Europa. El doctor K. observaba todo aquel trajín desde la ventana de su consulta, y le inquietaba un mendigo que desde hacía semanas se sentaba a pedir limosna en la esquina de enfrente.
El doctor K. se había fijado en que el desdichado pedigüeño llevaba siempre consigo una botella vacía. Con los días se pudo dar cuenta de que era la misma, y lo que más le sorprendió es que, cada dos por tres, ya fuera por que pasase por delante suyo, caminando con la gabardina desplegada en un brazo y el paraguas en la otra elegantemente, o mirando furtivamente desde su ventana, lo veía con un ojo dentro de la botella, como si esta fuese un catalejo. Otras veces se cruzaba de piernas, ponía la botella sobre sus rodillas y descansaba un ojo en su borde durante ratos interminables. Al doctor K. le intrigaba tanto esta extraña actitud, que procuraba intentar saber algo más cada día.
Supo por la portera que dormía en un parque y todas las tardes iba a recoger las sobras del mercado. Un camarero al que solía pagar con justas propinas le contó que el barbudo harapiento se llamaba Coleman, que era de Canadá y que era conocida en el barrio su condición de perturbado mental, aunque, al parecer, inofensivo. Pero lo que más le chocó lo descubrió por sí mismo cuando se detuvo cerca de él con disimulo: no pedía dinero.
No llevaba ni una miserable lata para las monedas, y al fijarse en este detalle hizo memoria en sus recuerdos y, a pesar de ser el mendigo de la esquina de enfrente, en apariencia, jamás había presenciado como alguien le lanzaba una moneda. Parecía, en efecto, un loco al que le había dado por sentarse allí a ver la gente pasar y a mirar por el ojo de su botella vacía. El doctor K. le miró fijamente, estudiándolo, y casi estuvo a punto de hablarle, pero prosiguió su camino, confundido entre los transeúntes.
El misterioso hombre harapiento se entretenía viendo a la gente pasar. Era algo que contemplaba maravillado, como si ése fuese el más prodigioso de los bailes. Sujetaba su botella vacía con una mano, y la acariciaba con ternura. A veces jugaba a mirar solamente los pies, y la populosa acera se convertía en un río caudaloso en el que parejas de pies, pies con ojos, pies con gafas, pies-pez, pies-nariz, pies-cometa, ejecutaban la graciosísima danza de un submundo prohibido. A cada ratito, dejaba de contemplar la calle y metía un ojo por la boca de la botella como si esta fuese un caleidoscopio.
A cada día que iba pasando, el doctor K. observaba cada vez más intrigado el quehacer de este individuo. El diván estaba junto a la ventana y se sentaba enfrente a escuchar a sus pacientes, lo que le permitía distraerse mirando a la calle con la mayor discreción. La actitud que tenía con su botella vacía era de lo más pintoresco, y se le antojó una obsesión psicológica digna de estudio, además de una ocasión para intentar ayudar desinteresadamente a un hombre en tan menesterosa situación, mas todos estos fueron argumentos que se dio a sí mismo para ocultar que su verdadera motivación era la curiosidad.

Eran las doce del medio día. El vagabundo estaba sentado donde siempre. Miraba a la gente pasar y acariciaba su botella vacía con dulzura. El doctor K. se le acercó y le habló así:
–Buenos días, señor. Yo trabajo ahí enfrente y me he fijado en que usted se sienta aquí todos los días.
–¿De verdad?–le respondió el sucio barbudo con sarcasmo.
–Verá usted...-al doctor K. le costaba arrancarse.
–¿Si?
–He pensado que tal vez yo podría ayudarle con su problema.
–¿Mi problema? ¿Qué problema?–preguntó desconcertado.
–Pues que usted esté aquí tirado en la calle.
–No se preocupe, caballero, eso para mí no es un problema. Es una vocación.
–¿Una vocación?
–Así es. Yo no soy un mendigo, no pido dinero. Sólo me gusta ver a la gente pasar. Por eso me siento aquí.
–¿Me permite una pregunta?
–Claro, joven-le dijo aunque ambos tenían la misma edad.
–¿Por qué lleva siempre con usted esa botella vacía?
–¿De verdad quiere usted que se lo cuente?
–Por su puesto–dijo el doctor K. impaciente.
–Pues verá usted, caballero, hace muchos años, hace ya muchos años yo era un hombre normal, como usted y como tantos otros que circulan por esta avenida. Trabajaba como carpintero, un oficio que heredé de mi padre y con el que me ganaba el sustento honradamente. Siempre fui a los ojos de los demás un tipo cabal, un chico responsable, todo eso, ya sabe usted; hasta que apareció en mi vida la botella.
–¿Quiere decir que se dio usted a la bebida?
–No, hombre, no!–respondió enfadado–Ésta botella. Ésta!-gritó señalando el manido pedazo de vidrio que siempre le acompañaba. Supongo que le sonará muy extraño, pero esta botella, señor, no es lo que parece. Es mágica. La encontré por casualidad en un campo de maíz. El caso es que desde que la encontré no pude dejar de mirar a través de ella, de silbar en su borde y de tenerla entre mis manos. Llegó un momento que mi atracción por aquella botella superó todas las barreras, y ya no me importaba otra cosa. Mi mujer me abandonó, me despidieron del trabajo y todo el mundo en el pueblo me trataba de loco, sólo por el hecho de dedicar horas y horas a una cosa absurda e inútil como es mirar por el ojo de una botella.

El doctor K. se quedó pensativo. Miró al hombre de la botella y pensó rápidamente en varios posibles diagnósticos, sin dar demasiada credibilidad a su historia.
–¿Y no se siente usted atrapado en la botella, atrapado en si mismo?
–¿Por qué dice eso?
–Piense que usted ha renunciado a todo por su manía de mirar a través de esta botella de vidrio, y lo ha perdido todo, su pueblo, su trabajo, y su mujer.
–No, se equivoca. Todo es más complicado. Es que resulta que mi mujer y mi pueblo están dentro de la botella.
–¿En serio? ¿Y qué más hay dentro de la botella?
–La pregunta, caballero, sería "qué hay que no esté dentro de la botella", pues todo lo que está fuera de la botella, existe también dentro de la botella.
–¿Y no teme usted que todo esto sea sólo un producto de su imaginación?
–Aunque así fuese, ¿Qué más daría? ¿No daría igual acaso si la vida fuese un sueño? ¿Cree usted que me encierro dentro de una botella?
–Así lo creo. Está usted atrapado dentro.
–Sepa usted que un hombre está igualmente atrapado en una celda que en un inmenso desierto.
–Pero usted, esta siempre aquí solo. Esta usted atrapado en usted mismo! En su propia locura!–le dijo finalmente el doctor K. perdiendo los nervios.
–Como ya le he dicho, caballero, usted está atrapado en usted mismo, tanto como cada cual, y ambos estamos encerrados y perdidos, hagamos lo que hagamos, ¿No lo comprende?
–Creo que quien no lo comprende es usted. Usted está atrapado en su propio yo y en sus fantasías.
–Miré usted, caballero, no hay otra manera de ser yo que siendo yo, y no existe camino intermedio posible ni sendero que seguir para convertirme en mi mismo. Sepa usted señor, que yo soy un cantor del Yo-eléctrico.
–Pero esa cosa a la que usted llama yo, es una vana ilusión, y además en caso de existir, de seguro es un lugar muy pequeño y maloliente, en el cual se mecen las heces del espíritu.
–Yo no lo creo así, pues he visto que es tan infinito y admirable como la noche, y me emociona pensar en la idea del "yo" y en el individuo, ¿Comprende?

El doctor K. no daba crédito. Aquel hombre era realmente pintoresco y original. No se parecía a nadie que hubiese conocido antes.
-Y, dígame, ¿Por qué es mágica esa botella?
-Esta botella, caballero, es capaz de mostrar el interior de las personas que miren a través. Le dejaré mirar si no se lo cuenta a nadie, quiero seguir pasando desapercibido.
El vagabundo le hizo un gesto para que se acercase. El doctor K. se sonrió de la ocurrencia. El viento hacía danzar las hojas del otoño. Se arrebujó en su gabardina, se sentó junto a él y cogió la botella entre sus manos.
-Mire por la botella y verá usted su yo.
El doctor K. miró por la botella: sintió un enorme vértigo y contempló los astros girando a toda velocidad alrededor del sol.

viernes, 22 de octubre de 2010

miércoles, 20 de octubre de 2010

Carta a un joven vigilante de cajas vacías

Buenas Noches Buba:

Ahora que la cerveza brilla en los contornos de mis labios y la geografía es tan perfecta como un lecho fresco. Me tumbo sobre el folio porque me apetece contarte cosas y escribirte una carta de buenas noches. Sin duda pensarás que soy un bocadillo de pus, que no tengo remedio y que mis pies huelen tan mal como los de cualquier mortal. Tendrás razón. No habrá nada en estas lineas que no haya dicho antes.

Tan sólo introduzco el indice en el orificio de mi ano y lo llevo a la hoja
eso es todo



Pero es que aquel portero se estiró tanto en su parada que se acabó transformando en un lirio. Impidió marcar el gol
pero a la salida del estadio los hinchas del club contrario lo llevaron al mercado, y esparcieron los pétalos de su carne por las plazas de la hopalanda.


Guardameta
vigilante de las cajas ahumadas de nuestros sueños y tu tímida funda
y la de tus guantes

guantes
guantes
guantes

eternos
y tu silbato

Buba
eres el mejor portero del mundo
la araña negra que proteje con sus hilos la virginidad de nuestra guarida inmaculada

Esta tarde estuvistes genial

Lo vigilaste todo
gritos, disparos, flashes

eres opaco, traslúcido, cacofónico

a pesar de que tus padres fueron

dos patinadores artisticos que ejecutaron como soldados del frío sus métricas acrobacias. Se odiaban, si, pero sus cuchillas sesgaron con surcos perfectos la rigidez del hielo de su amor.
y de allí naciste tu
para llegar a donde nadie llega

Ahora sobre el paredón lo veo todo tras la victoria

todo claro entre cánticos y vitores de pandereta y garrafa
al finalizar tu jornada de vigilante

Eres tan importante como ese bombero
que invitado a hospedarse en el hotel de las llamas
pecho de lobo y temeridad
logró con un mangerazo ecuánime escuchar la dialéctica de los perros del infierno mordiendo su hipoteca
amor

En una de las habitaciones del último piso una mujer duerme rodeada de barbitúricos
y a él le recuerda a Marilyn.
y él la levanta, con sus robustos brazos, y la saca por la ventana
donde le espera la escalera y tel resto de sus compañeros.
Justo cuando esta apunto de besar sus labios y convertirse en un héroe en el vecindario, ella se resbala y se escurre entre la grasa de tu traje.

pudo haber sido tu mujer
la madre de sus hijos
la muchacha que te condujera a la locura

Pero
La muchacha cae
cae
cae

La duración de nuestras pasiones no depende de nosotros, así como tampoco la duración de nuestras vidas...


antes de quebrarse como una durmiente galleta de porcelana surgen dos alas de su lengua y salpica con su belleza las aceras del peligro. Un charco de perfume y huesos y entrañas asciende en el aire intoxicado de la noche.
Como la nube negra de un incendio enjuagado con lágrimas de estrella cinematográfica
ocupará las portadas de las sección de sucesos poéticos

El edificio es un esqueleto gigante de columnas carbonizadas


Los cocodrilos aplauden con sus fauces la cercanía del pantano y la entrega copiosa de los basureros.
A donde irán a parar nuestras maletas y tu uniforme de vigilante y esta carta

Somos tímidos principes enjaulados entre los barrotes de la basura

Pero las pelucas flotan en el viento
y la suave brisa balancea los cascos de las barcas

La ciudad es un vals decadente

Mira el puerto
y los adolescentes en el muelle devorando las bolsas de gusanitos

No lo notas, Buba,

como ascienden sus risas
mientras saltan subidos en las elásticas colchonetas de sus corazones electrocutados

donde sueñan llegar alto
y ser jardineros
carteristas
alcohólicos
parados

farsantes


y los dientes brillan en el parque de las agujas
Y las estatuas en los jardines giran con vanidad de veleta.

Y cualquier mal paso puede conducirte a tu meta

Son tan bellos los brillos de los cigarros en la barra

Mira ese árbol como muestra sus corpulentas raices como el forzudo de una feria ambulante
cubierto por musgo y parejas de enamorados que discuten el precio de las cosas en armenio
en latín, en griego, en sánscrito
y las lenguas friendose en la parrilla de un bar de moda
toda la vida del mundo al calorcito de los molinillos de viento
y las minifaldas
que pasan tan cerca que se pueden rozar con la piel de un malgesto

los maniquies pasean entre las palmeras y los muelles

discretamente abrazados
discretamente iguales

Los suicidas beben despacio la cadencia del verano la sed de las crónicas
de un día fulminado
perdido
en los ceniceros para siempre

Pide otra cerveza
y verás más nítido el porvenir


Un fascista sale a su balcón y creyendo que es un atril se arroja a las masas enfervorecidas.
Sus extremidades pasan a humedecerse en enormes tinajas de horxata.
Los niños y las palomas picotean telegramas
mientras sus abuelas degustan el manjar de estas noches entre cuchicheos y anecdotas desternillantes
y en sus pecas los fariseos contemplan mensajes cifrados como si fuera la piel de un leopardo.

Que rica esta la horxata mojada con un brazo de fascita!

Todos en la plaza discuten y se acarician las miserias.
cábalas para llegar a fin de mes
geometría caotica del palo

A mi no me quieren

Yo estoy sólo

No tengo dinero

Mi jefe me odia

Quiero follar contigo

Ser alguien el día de mañana

Los jovenes inquietos traman la posibilidad de fugarse de la ciudad
para ser mejores idiotas en otra parte
para ser más profesionales y certeros con sus payasadas
y obtener un sueldo acorde con sus ágiles comentarios

Críticos
son críticos
y van sembrando las baldosas con las jugosas semillas de sus juicios

Pipas cáscaras de pipas en el porvenir


Las palomas se agrietan en el aire fecundo de la noche
Las ratas abarrotan las terrazas de los bares
y juegan en circulos a encontrar su silla

No ves la vida, Buba
es genuina
deteriorada
rutilante

A la puerta del cine hacen cola los alienígenas para ver como exterminar su progenie

pero al salir todos han visto la pelicula de sus vidas estampadas contra la pantalla de la eternidad.


Todos su gestos encajados en moldes de escayola
para repetirse en la oscuridad de sus cuartos pesadillas vestidas con lentejuelas se contornean en el fondo de los armarios
disecados en cámaras de frágil cianuro y etanol

por fin las avionetas
y los submarinistas heredaran el aire que vive en los mapas

Los relojes de arena, el compás, las brújulas simulando la entrega de un cuadernillo encarado
donde de nada sirva mentir

exploradores de las retinas últimas
inundando tu vigilancia

la perseverancia de tu rutina psíquica


Campánula de juerga
cisterna de oxido
escombro de la mañana

deslumbrados por la totalitaria dejadez de las flores y su perfume periódico

La apariencia se expande por tu jornada laboral mientras tu vigilas y ganas dignamente tu mísero jornal de primer mundo

Mientras los camareros te esperan en la cúspide de su particulares antros
tratan de acariciar el cálido perfil de las propinas

Las heridas de los ricos dejan migajas de cobre sobre la sangre abierta de los trabajadores

La dulce balada de los asesinos

La matemática azul de las suelas alimenta las llamas del subsuelo

La posada de la niebla acoge también a los transparentes huéspedes de la lentitud

La mente giratoria de los ejes del mundo fluye entre las hojas del abecedario

como un pájaro construye su nido en el bolsillo interior de nuestro cerebro

La concordancia de las caricias planea hacia la bestialidad de los epílogos

Cava una fosa en la página de esta novela y túmbate sobre la espuma de las jóvenes prostitutas del paraíso

Una rosa vertical humedecerá los huesos de los pájaros

La distancia más breve entre tu esqueleto y el amor es impronunciable

Afila el instinto y penetra en los puertos de la riqueza excitante

El lecho de espirales compromete la puntualidad de los trenes

La habitación de la sangre estrangula la frondosidad de los contornos

Un cementerio es un laberinto de tumbas

Arráncate dadivoso el cerebelo
porque las playas son agudas reverberaciones para las hélices soñadoras de tu revolver averiado

Lee el periódico al revés
para que las persianas esculpan un horizonte distinto

El espectro del meteorito revienta contra los ventanales de la aurora

Los pies descalzos de la incertidumbre rocían tus pulmones con fumigadores de exceso

La hierba también crece en los recovecos de la perseverancia

mientras por las mejillas de las estatuas se desliza la humedad de tu nombre

Consistencia del antro

Tu
terreno de insurgencias carnosas

Tu
vastedad inabarcable de diminutivos

Tu
ladrido gramático
matemática devastada y caníbal
levedad monstruosa de presunciones


Tu
error
horror
fervor de la contienda nocturna

Tu
incongruencia del hexágono
peine irresoluble
entraña del entorno

Tu
camino largo
pan breve
ebriedad vertical
de los días

Tu
incognoscible epigrama de cabellos y despertares

Tu
levantador de piedras y números

Tu
dolor errante
puntualidad de espejismos
oquedad minuciosa del minutero

Tu
límite del deseo
bípedo torpe
devorador marginal de todas las cosas

martes, 19 de octubre de 2010

La X siempre es igual a N

Prefiero vivir en mi torre de marfil
que desgastar las aceras de plástico
con mis zapatos descreídos.

Por su puesto que habito mi propio laberinto.
Ya dije que soy mi propio desierto
y mi propio parque de atracciones.

Pero para la vacuidad de todas las cosas
cualquier cosa es vacía.

Para la inutilidad de todos los actos
cualquier acto es inútil.

Para la insignificancia de todas las cosas
cualquier cosa es insignificante.

Para la absurdidad del mundo
cualquier cosa es absurda.

Para la ubicuidad de todas las cosas
culaquier cosa es presente.

Que más da

si todos los caminos llevan al mismo sitio.

Exsultate Ego

Un diminuto hombrecillo vivía encerrado en el fondo de una botella de cristal. El hombrecillo era muy pequeño; casi tanto como el tamaño de un guisante, así pues, carecía de la altura necesaria para poder salir de la botella de cristal.
Nadie podía ayudarlo. Quien lo ayudase se vería condenado a arrastrar sus pies por las ardientes arenas de un desierto infinito.
Así lo habían dictaminado las leyes del hechizo. El hombrecillo sólo conocía los paredes ovaladas de su cárcel, que le ofrecían muecas de monstruos amenazadores que no eran más que imágenes distorsionadas de él mismo, pues el cristal le devolvía fielmente la forma de aquellos inquietantes reflejos. Una anciana mujer conmovida por la crueldad de la trama, se inclinó a ayudarlo y decidió alimentarlo para que el hombrecillo no muriera. Todas las mañanas, introducía en la botella de cristal una partitura musical enrollada, y de esta manera, el hombrecillo se alimentaba. Con las partituras más suculentas del mundo. Los más grandes compositores del universo conocido escribían partituras para que el hombrecillo las destrozara entre sus dientes. Con el paso del tiempo, el hombrecillo fue creciendo. Pero apareció un sombrío problema: Tan sólo le crecía el ego. Ni las piernas, ni la nariz, ni los brazos; sólo el ego. Su voracidad resbalaba por los verticales espejismos de su encierro. Jamás pudo alcanzar la estrecha boca de aquella botella, que continúo pareciéndole inaccesible y lejana como la esfera de una cúpula vertiginosa se debe mostrar a los ojos de un astrónomo.

Tomad Soles ¡¡

lunes, 18 de octubre de 2010

X

No sé por qué voy por las calles esperando encontrarme contigo
si fui yo quien te inventó.

No sé por qué bajo a la ciudad con la esperanza de encontrarte
si fui yo quien te creó.

No sé por qué me encuentro esperando la luz infinita de tus ojos,
si fui yo quien hizo, que, para mí, tus ojos emanasen la luz de una estrella.

No sé por qué te construí, te inventé, te imaginé
desde que supe de tu existencia.

No sé por qué, desde entonces, me cuesta soñar hacia otra parte.

No sé si es verdadera
la rosa que sólo yo puedo ver en tus labios
o soy yo quien va por el mundo herido
de rosa mortal en la boca.

X

Desde muy pequeños
nos recitaron versos,
y pronto descubrimos
que queríamos ser poetas.

Al principio nos dedicamos
a copiar palabra por palabra
las frases de los poetas,
y así conseguimos que la poesía estuviese en nosotros.

Después descubrimos
que la poesía era transmitir
sensaciones, pensamientos, sentimientos,
y quisimos beber la vida a grandes tragos
buscando pensamientos nuevos,
sensaciones nuevas,
sentimientos nuevos,
y nos dedicamos a intentar copiarlos sobre el papel,
y así conseguimos que los versos hablaran sobre nosotros.

Luego descubrimos que eso es imposible
y empezamos a buscar la manera de nombrar lo indecible.

Entonces comenzamos a comprender
y la poesía se sale del papel,
la poesía se sale de las palabras,
y corremos a vivir la vida con intensidad,
rime o no rime,
y así es como conseguimos ser nosotros el poema.

martes, 12 de octubre de 2010

Tarta de manzana

Trata de leer un par de páginas. La humedad de la noche se cuela por una de las rendijas de la ventana. El acto de tragar saliva le provoca una tos ronca. Es casi invierno y sus viejos huesos huelen a cloroformo. Estira la mano, pero sólo puede palpar una ausencia. Hacía muchos años de aquello. Ahora el colchón de matrimonio le parece algo más grande y frío. Gira intranquilo por el oquedal de las sábanas, pues a pesar de que esta cansado, sabe que esa noche tampoco dormirá. Al poco llega su mujer. Como todas las noches, escucha los zapatos arrastrarse por el pasillo, seguidos del perceptible tintineo de un manojo de llaves. Cuando el sonido de los pasos se apaga, los goznes de la puerta ceden con un leve crujido.

- ¿Adán, eres tú?. Pregunta la voz.

Él cierra los ojos, y controlando la respiración, intenta hacerse el dormido. Ella penetra en la habitación.

- ¿Cuánto tiempo vamos a estar representando esta pantomima?. Pregunta la mujer, mientras se deshace de los lazos y encajes que le impiden desnudarse. Ejecuta los movimientos con una rutina desesperante, propia de alguien a quien le falla el pulso. Cuando por fin logra ponerse el pijama, él continua aferrado a las sábanas, quieto. Ella introduce su dentadura postiza en el vaso de agua que descansa en la mesita, e inicia el rito del desmaquillaje. Él no quiere abrir los ojos, pero sabe que la débil luz del pasillo permite contemplar en el espejo de la cómoda el rostro de una mujer desconocida.

- Hasta que la muerte nos separe, Eva- Responde mientras muerde la luz con los ojos.

viernes, 8 de octubre de 2010

jueves, 7 de octubre de 2010

Fandango de la cuchilla

No soy yo quien abre la espuma

otros han sufrido más vértigo
al tocar con sus huesos
el frágil silencio de los cristales

Yo los he visto
levantar el polvo de los caminos
y estremecer con sus talones
las fuentes del dinero
escuchando el sonido sordo
de las alcantarillas

Con el rostro demacrado por el naipe
jugoso de la oficina

Yo los he visto
en la penumbra de los salones
fumar abismo

Otros más valientes
se han colocado en la cornisa de los acordes
mecidos por las sirenas
de los coches de policía

Y han saltado por la ventana de sus sueños
enamorados de la noche interminable

Han derribado con sus bramidos
las estatuas de la justicia
y han lucido sus solapas
las medallas huecas de los infiernos

Otros más audaces
han logrado
tocar con la punta de sus tenedores
el metal de las auroras

el vientre del pueblo


Otros enterraron sus manos
en el epicentro de los paladares
y su tierra incendiada

y ardieron solos mientras ardían

otros clavaron su nombre
en la última página
de los suspiros
de incienso

y ascendieron a la memoria
como quien atraviesa un río con los ojos de un muerto

Detrás del deseo
habita el olvido

No soy yo quien se despierta
en mitad del camino
con los tobillos sepultados
bajo la tregua

Ese que se estremece
con el sonido de un alfiler
al caer en el agua


El aire frío de los cuchillos
penetra mi carne
El aire frío
de las campanas
enciende mis besos

que como satélites duros
vienen del amor
a clavarle un diente de hidrógeno
a la galaxia

Tengo puesta la chaqueta de las crujidos
y los luceros molidos por espuela

son míos
tan sólo míos

y no de nadie

tan sólo míos

Soy una porción de exilio
esquilando la correspondencia

mientras los edificios de tristeza
van masticando mi cabello

Mi cabello de monedas y soledades

Mi cabello de perfume oscuro
y catre abierto por mis entrañas

y el alcohol de los espejos
al derribo
van frecuentando mi alma
cuando despierto

Cuchillas y espuma
marinero

y el reloj de cianuro
trabajando las calles de la madrugada

Quieta la casa
Quieto el mundo

cuando me afeito la máscara
hasta dejar mi naufragio al descubierto

Quieta la casa
Quieto el mundo

No soy yo quien abre la espuma

miércoles, 6 de octubre de 2010

El cementerio de los Dardanelos

En el reverso sudoriental de mi axila vivió, durante mucho tiempo, un pequeño murciélago que se llamaba Radermeiker. Era amigo de su vecina, una rata china y morbosa, que vivía en las cavidades húmedas de mi cráneo. La rata se llamaba Faustina y estaba jubilada. Con los restos de mis tejidos confeccionaba bufandas y guantes. Aunque reacia en un principio a la vida sedentaria, se encariñó con el entorno, y acabó construyendo un cómodo habitáculo. A veces, la visitaban sus nietos y por las noches, antes de irse a la cama y tras su copita de chinchón, solía tocar el arpa. Los jugos gástricos eran preciados, y muchas tardes, acudían a refrescarse en la foña de mi vientre, donde a su vez se congregaban otros vecinos. Botimel "el musaraña", Erich "el otomano" y hasta un saltamontes llamado Pepper, que fue militar en los años del denominado incidente de Faschoda, en Sudán. Le faltaba una pierna, eso quizá, acentuó su carácter introvertido, aunque siempre se mostró educado y sumamente cuidadoso las escasas veces que se pronunciaba. Con el tiempo, las cuencas de mis ojos, también se transformaron en un destino predilecto por otros vecinos, excéntricos, si, pero que disfrutaban al acudir para bañarse durante las horas más abrasivas del mediodía. Más al norte, iniciaba la región salvaje e inhabitada formada por la espesa mata de mis cabellos, que recibió el nombre de Luddendorf. No era plato de buen gusto pasear por aquellas regiones, y menos sólo y ya entrada la noche. Gruesos y deleznables piojos habían tomado la zona, convirtiendo aquellas agrestes latitudes en su fortín inexpugnable. Los piojos terminaron por hacerse grandes como granos de arroz, y por las noches la algarabía que levantaban era escandalosa. Recuerdo también, que mi rodilla izquierda fue la habitación de un particular estudiante de medicina. Se especializó en anatomía, y entre los meniscos y las arterias casi fósiles había logrado escarbar una cómoda y más que coqueta gruta, que le hacía las veces de living y estudio. Se trataba de un topo caliquense, el señor Ulot, que como en el caso de Pepper, también tuvo que alistarse y acudir al frente oriental a combatir, pero no conoció el drama de las trincheras. Le diagnosticaron una miopía radical y se vio exento de utilizar la metralla. Pasó a formar parte del Cuerpo de Enfermería, donde conoció a Rudi "el lagarto" y terminó cultivando una profunda predilección por el estudio de las lenguas muertas. Hablaba Mayut, Vonefizar, Burgundo y Salem. Suya fue la iniciativa de construir una biblioteca en la antesala de mi coxis. Las dos plantas superiores de mi fémur se destinaron a la literatura y a las ciencias exactas, mientras que las tibias y el peroné fueron dedicados a la zoología y a la botánica.
El herbolario de mis pulmones fue ocupado por Alexéi Alexéievich Brusílov. Una marmota inválida y testaruda que fue mendigo
en el Hurkemistán, hasta que conoció las propiedades curativas de las raíces. En sus ratos libres se abocaba a la pintura. Célebres frescos decoraban los frontispicios de mi tronco. En una lúgubre cavidad singularmente abovedada, ejecutó un más que destacado homenaje al celebre "Gusano de Vitruvio", que aún hoy se puede visitar, aunque bien es cierto que los colores han perdido toda su fuerza y las grietas sueñan con terminar por devorarlo algún día. Quien sabe si cuando el avaro Brusílov pintó aquella sublime proeza, lo hizo vislumbrando lo que más tarde habría de llegar. Porque en posteriores etapas, todas marcadas por las grandes migraciones de gusanos, hormigas y larvas, apareció la superpoblación y el paro. Las constantes disputas entre vecinos convirtió la convivencia en algo insoportable, y mi cuerpo quedó reducido a un escaso humus, incapaz de atender las necesidades de todos aquellos habitantes que tan sólo buscaban una oportunidad con la que poder mejorar la estrechez de sus existencias, pero eso en realidad es otra historia.