Y todo aquel que quiera
podrá asistir a mi cáscara
cuando el aire me pueble
y sea una cámara de veneno mi carne
Y mi mueca de cera apunte hacia el sol
con su vértice de abandono
y musgo
Y todo aquel que quiera podrá
asistir a su funeral
afilando antes su perfil
con la corroida llave
hasta convertirse en una acuciante ausencia
en las últimas habitaciones de la carroña
Hundanse en la palabra
sean muebles en los domicilios familiares
Y el viento silbe mi nombre
y la locura corone su cumbre
Porque todo aquel que quiera
podrá arrancarse los zapatos
y estirar de los cabellos mis poemas
Correr con las manos crispadas
de aves y puños de tierra abierta
recintando de memoria
el trayecto de las noches
Sarcófago de vertebras
festín de gusanos
criatura repelente
y viscosa
congelada en las fauces de la última fotografía de la vida
Heredando el océano primitivo
y la madera
Me entrego al cero
verdadero útero
de la nada
como premio
y entrega
a mis fines
Furcias
Rameras
el pordiosero ladrón de cadáveres
os invoca
Compren un terreno de cielo
depositando antes una moneda
por mi estampa
para que tiemble como una llama
la amistad de nuestros cirios
y cuando nuestros callados pasos
emitan la oquedad
húmeda de nuestros recintos impalpables
chocaremos nuestras copas en lo alto de los árboles
en lo alto de las antenas y la barbarie
Frágiles serán nuestros huesos
y el viento
y la palabra vencida caerán en la honda mucosidad de lo errante
Anteriores al infierno
nuestras carcajadas
emiten un puro temblor de témpano
para que así
llegado el día
nuestras toses palpen la piedra vieja
y besemos por fin
al sapo en los labios
y en la espalda
heredando el reino de los ciegos.
sábado, 8 de mayo de 2010
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