viernes, 27 de agosto de 2010

Inquilino de octubre

Moja tu magdalena en mi carne quemada
desáyuname
hunde tus manos en mis órganos líquidos

Bebete la tinta que me brota de los ojos
cuando estampo mi tristeza contra las esquinas de los libros

Abrevadero de tu antojo
camino incierto de los satélites
y los fornicadores de espasmos
que duermen en mi
sótano de perros maestros
y tuercas de ventana

Las teclas de tu piano
se incrustan entre las uñas de mis cielos

Soy tu chopo
y tu brisa acuciante
túmbate
cerca de donde no estoy

Para comprobar si es cierto
que el espectro de la luz
es un huésped exquisito

Para ver si me pudro entre la hierba
como un cadáver más

Humedece tu pan en mi caldo cívico
trínchame
de a poco
hasta convertirme en un breve capricho
del deleite caníbal

amor

Déjame soñar
al borde del camino

Hasta dejar de mi piel una rebanada
de lo simple

Y confundirme con el resto de desperdicios
que los domingueros arrojan en el campo
cuando regresan a sus hogares

y la tarde se hunde entre mis manos de chicle

hasta dejar mi memoria despoblada
como un árbol caduco
tras la última hoja de una pésima novela


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