lunes, 30 de agosto de 2010

Crimen

Cuando despertó, algo embrutecido por un vértigo atroz, encontró la Avenida desierta, presa la noche de un aire nocturno tenso, apenas agitado, que parecía colgar sólido y vertical a causa de un calor tenaz...pero qué ciudad era esa? Esa falta de luz, ese silencio, daban al lugar algo de antiguo, de pristino, de eterno, a pesar de esas gigantescas y ordenadas estructuras finitas, propias de una civilización correcta, rival eficaz contra los elementos...Estaba ahí, se sentía indefenso, y acudió arrastrándose hacia la pared más cercana para darse algo de apoyo.
Entonces, los vió, al principio no dio crédito...pero los vió..decenas, cientos, confinados o paseando sus peguntosas extremidades por las ventanas, brillando en sus membranas destellos fantasmales, manchando lentamente las superficies con sus jugos, blandos, irregulares, arrugados, hediendo, por las esquinas, por las plazas, disimulándose furtivos por entre cortinas de penumbra. Los vió, observó como ellos, nonchalantes sacos globulares, también le observaban, silenciosos, al acecho, agitando rítmicamente sus organos.
Trató de huir, lo intentó. Puso su programa en centrifugado, descargó su peso sobre la primera puerta que halló y trató de disimularse, trató de ocultarse en ese sitio que parecía ser un dormitorio donde algunos vagabundos retozaban desenchufados. Silencio. Pasaron los segundos como condenas. Algo más tranquilo, acurrucado, echó un trago de Vernell. Esperó más. Pero, ah Balay!! Descuidó la segunda puerta... date la vuelta, grito yo!!!, pero mis palabras distan en tiempo y espacio de la realidad acontecida ya, irremediable. Yo solo narro lo que pasó. La sombra del asesino, recortada en su parte trasera. Cuento el destornillador, la sombra oscura del arma, ávida, voraz. Las cuchilladas, las dentelladas, atravesando su vida, inocente ante la destrucción. El gesto roto de su tambor, extático grotescamente a cada tuerca sajada. Mares que fueron cable y plástico a borbotones, sobre el suelo. Luego, la calma. El armazón metálico expuesto a la noche sin luna, abierto, como una palabra sin sonido, al universo, que ignora, que es, sin más....
Por eso no paso por ese lugar, trato de esquivar el sitio. Todavia se cuentan historias escalofriantes de lo que pasó en Muebles Muchamiel.

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