martes, 3 de agosto de 2010

La máquina de lo evidente

Era de noche cuando se sentó frente al escritorio. Pero no sabía qué escribir. Por un momento, pensó que era mejor irse a la cama, intentarlo quizá otro día. Pero el caso es que sentía un punzón sin tregua atravesarle la espina dorsal como una losa de aire. Pasados unos instantes, ya no quería escribir; necesitaba escribir. Llegó incluso a pensar que su salvación, la estabilidad de su mente, el día entero del mundo, dependía de ese relato que pugnaba por salir de sus vísceras, pero que no salía. Finalmente, cogió el lápiz con fuerza y en un gesto imprevisible, se lo clavó en un ojo. De ese ojo, se derramaron palabras coaguladas sobre la hoja, mezcladas con restos del órgano atravesado. El hilo ensangrentado fue describiendo una intrincada madeja gráfica. El horroroso dolor ocular cedió el paso a una inocua molestia imperceptible, que logró vencer casi sin ser del todo consciente. Sucedió tan rápido, que cuando quisó darse cuenta el espeso manchurrón de sangre adoptaba la inercia de una caligrafía codificada e imperfecta. La observó tan de cerca gracias a una lupa que guardaba en el primer cajón. No contento con aquel hecho prodigioso, enfrentó la hoja a un espejo, y auque en ningún momento logró descifrar lo que decían aquellas incongruentes manchas, estaba convencido de que dentro de aquel charco de sangre se ocultaba su mejor relato. Sintió, de alguna manera, que ya podía irse a la cama, no sin antes llevarse su ojo. Atravesó el pasillo con un débil mareo, y cuando entró en su habitación, se encontró mortalmente vacío. Se acostó vencido, depositó con sumo cuidado el ojo dentro de un vaso de agua y lo dejó descansar en su mesita de noche. Concilió el sueño sin mayores problemas y la noche se abalanzó sobre el día.

A la mañana siguiente, sintió que algo jugueteaba con el vaso de agua. El movimiento nervioso de una sombra y un débil tintineo lo despertaron. Un mono bebía del vasito con pequeños sorbos, ayudándose con las palmas de sus diminutas manos, mientras jugueteaba con el ojo inerte. Saltó de la cama con la brusquedad de un atropelló, como si la cama, en ese preciso momento, hubiese frenado de golpe. Cayó al suelo envuelto por las sábanas de lo asombroso. El mono se quedó inmóvil, como si fuese la réplica de un dios olvidado, mirando desde sus ojos amarillos y gigantescos al centro de su corazón. Eran unos ojos que no apartaban la mirada, ni parecían tener párpados. Se incorporó como pudo, pero continuaba sin poder dar crédito a lo que veía su ojo. Se giró, buscando con hambre el espejo de su armario. Su rostro blanco, sudoroso y ahuecado, mostraba la crueldad enajenada de un reflejo tuerto. Rompió el espejo de un puñetazo, en una mezcla de rabia y rechazo contenido.
Los cristales cayeron al suelo; y el mono alarmado, trepó con una agilidad sobrehumana por las cortinas hasta lograr encaramarse sobre la lámpara que colgaba del techo. Desde allí, se balanceó entre horrorosos y agudísimos chillidos que amenazaban con estallar sus tímpanos.

Salió corriendo del cuarto poseído, y se dirigió hacia la cocina. Cerró la puerta, y allí trató de recuperar el aliento. Deseaba llamar a alguien, pero no sabía a quién. Le sorprendió el detalle de que el desayuno estuviera preparado. No sólo por el hecho de que vivía sólo, sino porque nunca desayunaba. Había eliminado ese hábito desde hacía años. Junto al café y las tostadas, el periódico quedaba abierto por la sección de cultura. Una noticia destacaba sobre el resto. Ésta se mostraba enmarcada dentro de un grueso círculo rojo. El titular señalaba el veredicto del último certamen de relatos convocado por la más prestigiosa editorial del país, y su nombre aparecía como el claro vencedor. Junto al titular, descansaba una foto en blanco y negro, en la que pudo verse a sí mismo, luciendo un ridículo parche que le cruzaba la cara. A su izquierda, el dueño de la editorial le hacía entrega del suculento cheque, pero su mano derecha sostenía un extraño trofeo. Se trataba de una curiosa estatuilla tallada en bronce con la forma de un pequeño mono.

2 comentarios:

  1. Interesante relato de horror,un protagonista pleno de esquizofrenia,que además vive en un mar de confusión.

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  2. estoy escribiendo sobre monos...
    ...y este relato me ha dejao flasheaó

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