domingo, 5 de septiembre de 2010

Canciones de chatarra y vertedero

La tenue curva de cristal acoge nuestra respiración
en el tranquilo hogar de los sumergidos


Alli

Dentro

Las puertas secretas se mecen con el sonido
de una cumbre intacta e íntima
que todo lo cubre y oculta

Yo soy el fuego que circula por las habitaciones

El rumbo desconocido de los extranjeros sueños
que galopan por la salvaje dimensión de lo invisible

Silbando

Mi mente
y mis cabellos bailan mecidos por la tierna demencia de los reinos de la gracia
y los prismas extraviados


Con campanas al cuello
y brillos lejanos
y briznas de niebla acuciante
y ventanas encendidas
a lo lejos

El cielo flota
poseído por una absoluta calma
que nos ignora y nos acoge en su profundo silencio

El cielo arde

y me tumbo sobre la arena
para atravesar la vida con mi paladar de emancipado

porque la reverberación sinuosa de lo nítido
nos otorga un esqueleto cubierto de nieve
y un pasaporte en la deshabitada posada de los truenos
y los relámpagos
nos espera
abierto
junto a cada despertar


Y mientras los rastros imperceptibles
de nuestra mente inmaculada
sigan perdidos
habrá un noche para ti

y un sueño reparador
sabrá guiarte dulcemente a través de la refrescante sombra

La madera negra de nuestros párpados
continuará girando alrededor de los latidos y la música

Y la llama de la vela danzara
ebria en las tabernas de lo insólito

Y podreís sentir en vuestro pequeño corazón
al abismo
llamaros por vuestro propio nombre


Ebrios
al sol

El viento acaricia la hierba
La espuma de las olas toca con sus dedos de amargura insondable
las terminaciones nerviosas de un cuerpo desnudo y joven


El cálido hogar
nos atiende
Allí donde el amor se disuelve en cristalinas copas
cargadas de olvido y errancia

Y breves partituras manchadas de vino

El cálido hogar es nuestro

Allí donde el amor dibuja las siluetas
de nuestros cuerpos entregados
bajo la melodía refrescante de las sábanas y el lento gemido
de cada orgasmo

Ahora
Me siento poderoso
Al poder caminar descalzo sobre el delgado perfume de mi corona

Ya no siento
tanto miedo
cuando me asomo al vértigo de los rugidos
y las torpes trampas
de los hombres

Lss cuerdas congeladas de mi mente
se estremecen
unidas al mundo
y celebran con intensidad sonora
su caudal acelerado

Voy derramando también mi música

Esa música
que no es mía
ni tuya ni de los árboles ni de los trenes ni de los descampados y las periferias por donde los jinetes empapados de lluvia golpean sartenes con sus dientes y sus sombreros de plata

tampoco es de los tacones de mis botas
ni del eco de las calles

Tan sólo dejo que me posea
y me habite

Todas esas cabezas azules cuelgan de las estrellas
y puedo oirlas girar sobre sus goznes
mientras camino por entre los huecos
y los aires

hasta que se encarnan en frutos
desprendidos de una rama

planteando acróbaticas preguntas

y es lúdico
y terrorífico
vivir desmembrado
aprisionado entre las fauces del temor
como animal herido por la bala intangible
de la mañana

Que como una alcoba brillantemente ocupada
visita los pomos y las esquinas y los escondites de toda soledad

Eludiendo las citas y el ritmo de las horas
confundiendo la profesión con el hueso tallado
de las derrotas

Manteniendo mi cordura a flote
en equilibrio
sostenida con delicada y efímera constancia
entre los pétalos
y los ladridos del jardín infinito de su templo

Su alma se hunde en mis manos y soy ciego
y llora y tiembla a mi lado
pero yo la arropo
y le susurro dulces palabras de ardor

mientras una nave cruza
la oscura ceniza del cielo
la ardiente plegaria de la tierra

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