domingo, 19 de septiembre de 2010

FEOCRACIA

Un futuro gobernado por feos. Lo conciben? Feos resentidos y mendaces articulan una burocracia donde se persigue y se humilla la belleza. Los edificios, los parques, las calles, los paseos; nada escapa a la conspiración de lo horrible y lo falto de gracia.
Los dirigentes, inspirados todos en rostros pesadillescos como puedan ser los de personajes del corte de Franco, Sarkozy, Aznar, Zapatero, Rajoy, Zaplana, Putin, Moratinos, Lo santos, Fraga, Camps, Barberá, Bush, Bin Laden, Cascos...Acaparan los altos estratos de una sociedad futurista, que lo único que posee de futurista es su inabarcable fealdad.

No gobiernan los trepas ni los audaces. No gobiernan los listos ni los cualificados. Gobiernan los feos y sólo quienes creen realmente en el poder omnipotente de lo espantoso. Gobiernan los feos, y sólo mediante su deforme mezquindad consiguen sus múltiples riquezas y sus cuantiosas posesiones. Lo repelente en su más alta expresión. Una afrenta contra la estética; dictatorial, operante y aséptica.


La escena comienza con imágenes propias de un mal sueño. Aberrantes rostros vestidos con trajes propios de las clases dirigentes, distorsionan imágenes inconexas y carentes de toda lógica.
Un bello adolescente se despierta abortando la sucesión de esa pesadilla. Vive en una situación lamentable. Las cucarachas recorren su lecho, la casa amenaza con derrumbarse. Su hermosura es tan real como inalcanzable. Un escultural cuerpo de un Adonis, pero sucio y degradado, que se pudre entre escombros. El muchacho se abalanza sobre un mendrugo de pan, disputándoselo a las ratas.


En otra parte de la misma ciudad....


Vemos una magnífica mujer caminando por la calle. Su figura es esbelta, estilizada. Luce la cabellera suelta y el viento juguetea con su perfume. Sus impecables andares hipnotizan la atención. Ella camina distraída, como sólo puede caminar la belleza, devorándose a sí misma. Esta buena, la verdad que esta muy buena. Al cruzar una calle, es detenida por un guardia que no cesa de hacer sonar su estridente silbato.

- Alto, deténgase!!!! Exclama el guardia.
- Si, perdón?....responde la muchacha.
-Perdón? Cómo que perdón? No ha reparado usted en ese pobre hombre?- Pregunta el guardia. - Mientras dirige su dedo indice hacia la esquina donde aparece un hombre feo y flaco.
- No, señor agente. La verdad, no me había percatado.- Responde la muchacha abrumada.
- Déme su carnet. Señorita, esta infracción le va a salir usted muy cara. Pero que muy cara!.- Explica el guardia con una petulancia grotesca e insufrible.

El guardia tiene el rostro porcino de quien ha reventado mil espejos en su vida. Una mala estrella de carne informe mal construye cada uno de sus grasientos gestos. Es desagradable, y el sólo hecho de mirarlo de frente provoca cierto dolor en el estómago de la muchacha, que evitando el desafío, decide mirar al hombre de la esquina. Descubre que es también muy feo, pero distinto. Sus horribles cejas son tan espesas y están tan juntas, que parecen formar una sola. Sus ojos son pequeños y la breve distancia que se establece entre ellos, la cruza una nariz demasiado larga para ser real. Sus delgados labios no consiguen ocultar un ecuación funesta de dientes. El hombre permanece tímido, acongojado, con las manos juntas, encorvado, temeroso, junto a su esquina, mirando la escena con una sentimiento que duda entra la pena y la piedad. La resignación, el odio y un sentimiento apaciguador de justicia, sin embargo, confabulan por dentro, en alguna oscura parte de su cerebro.


El guardia extiende la multa y solicita a la muchacha que la firme. Ésta no se niega y observa con incredulidad el trozo de papel ininteligible.

- De qué se me acusa, señor agente?. Pregunta la muchacha llena de incredulidad.
- Que de qué se le acusa? Por favor, señorita, no ha dedicado usted ni siquiera una mirada de soslayo a ese pobre conciudadano. Una miradita le permitiría seguir soñando, algo a lo que aferrarse, un breve pedacito de cielo. Y coge usted y pasa por su lado como si no existiese. Ignorándolo desde su elevado pedestal. De verdad que es injustificable su comportamiento!. Estos cien euros, que son el montante total de la multa, quizá le ayuden a recapacitar. Si paga en el plazo máximo de dos semanas, quizás obtenga un descuento. Buenos días.

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