lunes, 14 de junio de 2010

saga alimenticia

eternos respetos a B,
el último que existe
Musashi, ese espadachín antes de Meijii
no, señores, no, el otro.
El de Murcia. Al parecer, Algun pariente se le salió de Okaido en el xvi. Nadie es prefecto.

Musashi, le consultó a la pared.

- Me quieres?
- Necesito tiempo – respondió la pared
- Podemos volver, cambiaré- espetó angustiado el muy nipón.
- Te quiero, pero como amigo- sentenció la superficie...

Así, una noche de blanco sostén, cuando la luna fumaba nubes afiladas y la medianoche se abalanzaba con su frio cartilaginoso sobre la ciudad del puerto, vi yo, borracho perdido , a las paredes de Musashi desfilar, cabizbajas, por el callejón Oppenheimer, arrastrando las cuatro sus pequeñas maletas llenas de cuadros de paisajes, relojes, estantes, y cerámica situacionista. El ruido terroso de sus fricciones contra el asfalto parecía un siseo de advertencia.
Las cosas, también lloran.
Nadie sabe de qué están hechas sus lágrimas.

El pobre Musashi quedó en su apartamento sin paredes, con el techo sin saber qué hacer, ingrávido, volante, sobre la cabeza de nuestro amigo.

- A mi no me mires, replicó el techo, yo soy un mandado.

Temibles y hermosos objetos, se dijo musashi muy decimonónico, razón tiene aquel que dijo que os une una sutilidad invisible. Dignidad común teneis vosotros contra el tiempo y orgullo a pesar de la destrucción!

Pasaron tres días.
Musashi decidió morir, pues, para ser objeto.

Se bebió un bote de salfumán y esperó digno, sentado, con uniforme militar.
Al tiempo descubrió que era fanta naranja.
SE lanzó, llorando, por la ventana. Durante el medio segundo de ingravidez consecuente recordó que tenía que dejar de comer embutido ( sus pectorales ondulaban como gelatina en un terremoto ) y que vivía a ras de calle.
Su vecina del segundo lo descubrió boca abajo en la acera.

-Duerme usted Señor Musashi? Espetó la vieja al culo de nuestro protagonista.
- despiértenme en el juicio final!!! Respondió M.

Fruto de la desesperación, y ante la conclusión de que los suicidios son harto incómodos , este nuestro audaz decidió por último ser práctico y acortar terreno. Se asumió como muerto y fue con una silla plegable a un descampado a las afueras, por donde los hombres no suelen rondar . Se sentó, contempló la luna y no esperó, porque esperar es humano. Musashi era una cosa. Se dedicó, entonces, intensamente, a ser.

Al cabo de las horas, le entró hambre y se fue a su casa a comerse un bocadillo de chóped.

Pues vaya historia.

Sí, Musashi, un bocata de chóped repetido ad infinitum, puede convertirse al final en la sola verdad, la única belleza, la indiscutible bondad. En su carne rosa podremos albergar aciertos matemáticos, la ratio última de los quantos, la fiebre del conocimiento, la voz de los astros. ..
Larga vida al chóped, pues.
Viva.

2 comentarios:

  1. ¿Oyes un leve tintineo, V? Lo oyes, ¿verdad? Dicen que las dos espadas de Musashi tiemblan con sólo mentarlo. Esta noche, en una de tus múltiples pesadillas, los cinco círculos te arrancarán tus cinco miembros. Después Musashi te pondrá el culo como la bandera de Japón. Si decides no esperar al fantasma del guerrero, yo me ofrezco como padrino para el seppuku: te cortaré la cabeza, útil, adecuada y oportunamente. Y con todo respeto, por supuesto.

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